Blessed are those who have the Music

Blessed are those who have the Music

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Eran las 10 de la noche y recién había salido del trabajo. Lo único que traía en el bolsillo era un billete de 20 dólares, monedas y un cigarrillo suelto. Hacía un mes que había llegado a Nueva York. Como cualquier melómana, entre las primeras cosas que hice fue revisar la cartelera de conciertos en la ciudad que nunca duerme. Ahí estaba Yaeji, la chica coreana-americana que desde hace tiempo me tiene obsesionada. El show se llevaría acabo en Elsewhere, un foro nuevo en el área de Bushwick, mi nuevo barrio favorito en NY. Claro que el corazón se me fue hasta los cielos, pero mi emoción automáticamente se vio azotada por las dos palabras que ningún fan quiere leer/escuchar: SOLD OUT.

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De inmediato comencé a hacer la típica búsqueda cibernética millenial, tratando de encontrar alternativas, alguna persona vendiendo su boleto en Twitter, Facebook, Instagram, lo que fuera. Para mi sorpresa no llegué muy lejos. Había cientos de personas buscando un boleto, y los boletos se vendían, incluso por más de 100 dólares,aún corriendo el riesgo de que fueran falsos. Le escribí a una chica que supuestamente vendía boletos, un perfil raro, tardó en contestarme, le propuse encontrarnos el día del evento y luego me bloqueó. Recordé una de las primeras veces que fui victima de la reventa al intentar entrar a un concierto de CSS en Irving Plaza,muchos años atrás. Los boletos eran falsos y hasta la fecha, mi hermana -quien me acompañó a comprarlos y me advirtió no hacerlo-  no lo olvida y no aprovecha toda oportunidad para burlarse de mí.

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No me iba a arriesgar de nuevo. Pero no quise darme por vencida y me propuse que en la semana del evento, iría a Elsewhere para conocer el lugar y preguntar si acaso lanzarían boletos extra el día del show. Cuando fui, las personas de la taquilla no me dieron mucha esperanza, pero aquel día, de pura casualidad, pude ver en vivo a una de mis obsesiones adolescentes: Lissy Trullie, quien en ese momento compartió el escenario con Vlad Holiday para cantar una canción. Nunca en la vida pensé llegar a verla en vivo.

Jamás olvidaré esa noche por diversas razones personales, solo diré que esa madrugada y en los días posteriores confirmé una noticia que venía temiendo desde hace algún tiempo. De esas que te destrozan un poquito el corazón, pero que también son parte de esas verdades dolorosas, que de tan dolorosas, son liberadoras. Con ello daba inicio una serie de casualidades que, estoy segura, no eran gratuitas.

 

Pero volvamos al inicio. Eran las 10 PM. El día del show. Mi experiencia a lo largo de los años me decía que las probabilidades eran las más escasas. Que si iba seguro no encontraría tickets y solo perdería mi tiempo. Si sí había, no había manera que pudiera comprar uno con 20 dólares. Pero también pensé que nada podía desilusionarme más que aquella recientenoticia, así que algo en mí supo que tenía que ir.

Cheque el teléfono y trace la ruta. Sí: en Google Maps porque el transporte colectivo de NY es un dolor de cabeza. Caminé hacia la parada del autobús, lo tomé, me baje y volví a caminar. A los lejos estaba Elsewhere, eran alrededor de las 11:30PM, cruzando la calle una camioneta en un alto tocó el claxon…me gritaron si quería hacer un trío. Sí, hasta en NY tengo que soportar a los pendejos. Prendí el cigarrillo y seguí caminando, pensé que mientras fumaba podía analizar el perímetro. Me pareció escuchar a alguien decir “tickets at the door”, me acerqué a preguntar, no sabían, me dijeron que preguntara adentro. Me formé, entré, pasé seguridad y en la taquilla volví a preguntar…. y sí…¡Había boletos! ¡NO MAMES! Como era de esperarse, inmediatamente me amenazaron con que había muy pocos disponibles.

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Con miedo y como no queriendo, pregunté el precio de los boletos. No me jodas. ¡$25 dólares! Traigo 20, ¿recuerdan? Fuckmylife. ¿Por $5 dólares no voy a entrar a Yaeji? NO. Tenía que hacer algo. Pensé en transferencias, no tenía internet; pensé en pedirle a una de mis hermanas que me llevara el dinero, pero no tenía internet, ni saldo.Podía pedirle a alguien una llamada, pero era iluso, los tickets se acabarían para la hora en que llegaran, y siendo honestas, ninguna de ellas hubiera ido. Pensé en hablarle a una nueva amiga que vivía cerca;pero no, Orquídea. Tampoco te pases. Supe entonces que tenía que actuar rápido.

¿Pedir dinero? Qué locura, qué pena. Pocas veces he pedido dinero, y con toda la gente que se inventa historias, cuando honestamente lo necesitas, nadie te cree. Pero no había de otra, comencé a escanear el lugar para encontrar a mi presa, bueno, más bien alguien con cara de “soy buena gente”. Pero qué difícil. Me dio más pena.

De pronto recordé todo lo que alguna vez leí en The art of asking, un libro de Amanda Palmer, vocalista de The Dresden Dolls, y me armé de valor.

Vi al de seguridad de la entrada, y dije –tal cual- ni pedo. Me acerqué:

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Hello, I know this is gonna sound weird and totally random but I just came here with no hope of finding any tickets and to my surprise there is, they cost $25, but I only have $20. Would you to lend me $5? I promise I’ll give them back to you, give me your phone number, I’ll come tomorrow.

El tipo, obviamente sacado de onda, me miró, pensó un rato mientras me analizó con la mirada. En ocasiones mehan dicho que tengo una cara de perro triste que no falla, pero qué puta pena que me dijera que no.

Tardó un rato, o al menos para mí. Sacó su cartera con cara de“por qué tengo que soportar estas mamadas?” y me dijo:

I’m not sure I have $5

Reviso la cartera

–I have$3

PTM, piensa Orquídea. Tienes monedas, ni pedo.

-OK, I’ll take them. I have some coins.

Me dio el dinero.

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Creí que podía a completar con las monedas, pero, ¿y el transporte? Otros $3 putos dólares para regresar a casa. Pero claro que en ese momento eso era lo de menos, ya encontraría la manera de regresar.

Tomé los tres dólares, le pedí el número, pero obvio seguro pensó que nunca me volvería a ver en la vida. Me dijo que así estaba bien. Le agradecí como loca y me dirigí a la taquilla.

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Tan pronto pude dije “dame un ticket”, primero di lo que tenía en billetes: $23 dólares. Luego comencé a sacar las monedas, no muy segura de que iba a completar el precio. Una cuarto de dólar, otro cuarto de dólar, ok un dólar, resta otro. Diez centavos, otrosdiez centavos, ya casi. Monedas en el piso, el de la taquilla exclama un “OMG”, la sangre sube a mi cabeza, pero literal me vale, completo los $25. Este wey emputado comienza a contar las monedas. Luego me pone el sello.

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NOPUTASVERGASMAMES. LO LOGRÉ. ESTOY DENTRO. No quepo de la felicidad, me dirijo a la puerta, y en la puerta: “amiga tienes que dejar tu mochila en el guardarropa y son tres dólares” NOPUTASVERGASMAMES. OTRA VEZ.

Pienso de nuevo. Ay no porfavor. Otra vez con toda la pena del mundo:

–I just came from work and barely completed $25 dollars for the ticket, I have no cash left.

Otra vez la cara de:“¿por qué tengo que soportar estas mamadas?” Pero igual entendió, me dijo: ya pásale. Nunca tuve tanta pena y tanta emoción en mi vida. Bueno igual y sí, pero esto también es memorable.

Lo que pasó después fue, real, OTRO PEDO. Estoy enamorada de Yaeji. Tanto que durante el show me pregunté Grimes, whooooo? Esta chica de 24 años lo tiene todo: el talento, el estilo, la actitud. Yaeji es una mezcla entre la ternura de Björky la actitud real que le falta a mucha gente intentando hacer lo que ella.

El gig consistió en la presentación de varios de sus amigos artistas: No Intimate, Jennifer Vanilla, Novelty Daughter, Abbi Press, Sleep 300, Enayet, Malory, False Witness, J. Albert, rrao y Clay Wilson. Todos, pude comprender, le tenían un profundo cariño a Yaeji.

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Durante un momento, entre acto y acto, escuché a un grupo de amigos que no paraba de maldecir a los revendedores, pues uno de ellos había tenido que pagar $80 dólares para entrar.

La noche llevaba por nombre Yaeji & Friends, y aunque ese día yo hubiera deseado llevar a todos mis amigos a Yaeji; ahí sola, con tanto golpe de suerte, algo cambió en mí. Creo que aún no he encontrado la manera exacta de explicarlo. Lo más cercano puede ser que rectifiqué lo que siempre he creído sobre la energía y las cosas hermosas que pueden pasar cuando la emanas.

En aquellos días necesitaba algo que no me hiciera caer, y varias cosas –que ya son parte de otra historia– sucedieron y vinieron en mi auxilio para mantenerme de pie. Incluso me brindaron esa felicidad extraña que interpreto como esa energía que algún día emanaste y regresó a ti.

Al terminar la noche salí del venue, sin dinero, pero llena de emociones.

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En la salida me encontré al chico que me regaló los tres dólares, le sonreí, le volví a agradecer y le dije que había estado genial. Me sonrió de vuelta, me dijo:

You’regood?

Le dije que sí, porque claro que sí, después de eso cómo no. En mi mente sabía que de alguna forma algún día tenía que devolver el favor, aunque no fuera directamente a él.

Me dirigí al metro, rumbo a otra aventura: llegar a casa.

Bajé al subterráneo, no había máquinas para pagar, no había seguridad, podía brincar los torniquetes…pero arriesgandouna multa. Cerca había un chico haciéndola de DJ en el metro, tenía una audiencia de tres personas que le dieron otro dólar para repetir la canción que estaba tocando. Disfruté la canción y cuando se desocupó le pregunté sien el otro lado de la estación podía encontrar una máquina.

–Quieres entrar?

Le dije que sí.

Acto seguido abrió la puerta de emergencia como si nada. Y entré. UNA LLUVIA DE GRACIAS, OTRA VEZ.

 

La música me ha sanado en muchos momentos de mi vida y esta ha sido la más reciente. Ya de regreso pensé que igual y es real eso de que  tengo una maldita cara de perro que nunca falla; pero también, es probable que aquellos que tenemos la música, sí  estemos bendecidos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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Orquídea Vázquez

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