El “Sombras” y la música eterna

El “Sombras” y la música eterna

[vc_row][vc_column][vc_column_text]De parte del staff de Juguete Rabioso le damos nuestras más sinceras disculpas al autor Beto Estrada por los inconvenientes que se pudieron causar.[/vc_column_text][vc_empty_space height=”40″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=”40″][vc_column_text]

Antes de leerme, myfriend, permite que me presente. Mi nombre ya lo sabes, claro, pero nada sobre mi vida, mis vicios ni mis oficios. En esta época hay que cuidarse de ello. Para que alguien te peledebes primero mostrar que eres de confianza: carta de no antecedentes penales, pureza de alma, todo eso. Bueno. Sería imposible mostrarte todo eso; pero si prefieres alguien más decente, vale: date la vuelta y búscate un profeta a tu medida. Sólo soy un viejo ocioso, con una pensión de jubilado que me permite malvivir sin hambre, fríonimucho tedio. Me quedan un par de camaradas, una ex y algunas amigas que meprocuran y me cuidan, aunque yo prefiero quedarme a solas con mis discos, mi caja de libros y mi batería -sobre todo- que me gusta tocar por las mañanas, cuando mis vecinos salen a trabajar y el edificio parece una tumba. Estoy divorciado desde hace años y conservo solo una hija, que no vive aquí sino en la gran Tenochtitlán: ella fue quien me compró esta computadora, para que me conecte a internet y le hable por Skype de vez en cuando.

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No me preguntes, por favor, cómo es que puedo vivir “a gusto” con tanta violencia, tanto racismo, tantísimos feminicidios en el mundo. La verdad es que no vivo “a gusto” con eso, sino “en paz”, simplemente, pues sé distinguir ya entre las cosas que puedo cambiar y las que no. No puedo salvar el mundo como no puedo disminuirmi edad, por ejemplo, ni creer que sigo siendo aquél joven coleccionista de utopías. Ahora soy  un adulto mayor que olvida dónde puso las llaves y sus pastillas para la hipertensión. Si mi vida fuera una rola, como decía el Sombras, presiento que la mía se está acercando a su final. Así lo indican mis reumas, mis mareos, mis niveles de glucosa y colesterol, mis insomnios y mis amnesias. Esto último me aterra, pues mi familia tiene antecedentes de Alzheimer, pero ni así me quejo, no mientras siga rocking&rolling. Cierto: hay decisiones en mi vida que no volvería a tomar, pero la partitura global no me disgusta ni me abochorna. Aunque a más de uno le parezca aburrida, melancólica y conformista.

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Así me lo hizo entender, hace cuarenta años, mi ex profe el Sombras, aquella vez queme invitó, junto a otros alumnos suyos, para que oyéramos The Wall de Pink Floyd en su casa. Además de sercura de la colonia, troskystay teólogo de la liberación, era nuestro profe en la preparatoria vespertina… El más divertido, claro. Por eso nadie rechazó el enorme porro que nos prendió antes de poner en el tornamesa aquel  disco doble que él comparaba con el Evangelio. “Mucha atención, mis hijos, porque la música es como la vida y como el río de Heráclito: si te descuidas un solo instante, te la perderás para siempre”. “No invente, padrecito”, repuso alguien. “No se puede vivir de nuevo lo ya vivido, pero una canción si se puederepetirmil veces, hasta que nos aburra”.

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Pero el Sombras no se iba a quedar callado: “Te equivocas, mi hijo: cada vez que soñamos o evocamos un episodio de nuestra vida, lo volvemos a viviraunque de modo distinto. Y lo mismo pasa con la música: una buena canción nunca es la misma aunque suene igual”. Y para mostrarlo, hizo sonar su guitarra para interpretar de puro oído la pieza instrumental que acabábamos de oír: “Is Anybody Out There?”. Una breve pero perfecta obra maestra que viene incluida en The Wall y que siempre me pone a orbitar, incluso ahora.

Un argumento irrefutable, sí. Y desolador: si la vida es como la música, debe ser una experiencia tan absoluta como efímera. Incluso la sinfonía más perfecta, si durase tres siglos, se volvería tortura. Eso explica, supongo, la dulce melancolía que siento cada vez que escucho ese disco de Pink Floyd y me acuerdo del Sombras, mi malogrado profe de filosofía.

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Ahora que lo escribo, quizás su muerte y las canciones de Roger Waters no son sino figuras alternas de un mismo destino: un destino que nuestra época se empeña en prevenir como si fuera una tragedia. Por ahí guardo aún aquella nota de periódico, a mediados de los 80, donde informaban que el Sombras había sido encarcelado en El Salvador por llevar armas a la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Quién sabe cómo logro salvarse de esa. Pero seguro que él hubiera querido morir allá, en aquella cárcel, como mártir de la revolución, y no como le pasó después.

Expulsado de la Iglesia y de la Universidad, sin nadie que lo auxiliara, todos lo perdimos de vista por años. La noticia de su muerte me dio rabia, más que tristeza. Se había caído, borrachísimo, por la escalera de su propia casa. Algunos se consuelan diciendoque se mató al instante, del puro madrazo. Pero no falta el que presiente lo peor: que se le rompieron las rodillas con la caída y eso evitó que se levantase. Y por más que gritó, ni quién lo auxiliara mientras se moría de sed y desolación. Yo, en cambio, prefiero creer que se dejó morir de vergüenza: él, que quería revolucionarel mundo y actuar su vida como una estrella socialista del rock, había muerto como borrachín de buró, solitario y ridículo, sin la menor pizca de gloria.

Confieso que su destino me decepcionó hasta el alma. La vida del Sombras había sido una rola muy chingona: llena de drama, aventura, revolución y mística, peroque se acabó de pronto y sin gracia, comoun mal chiste, como una canción de AC/DC. Un desenlace desafinado para una sinfonía contestataria.

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¿O no? ¿Será que me distraje y me perdí algún detalle clave de la partitura?¿Será que no conozco todas las causas y circunstancias de su muerte? ¿O será que su vida forma parte de una sinfonía más grande, y por tanto su muerte no fueuna vil cacofonía, sino una exquisita disonancia?  (Esa idea me gusta, por morbosa. La Historia vista como una sinfonía en cuatro movimientos más o menos tragicómicos: el primero dominado por los grandes imperios esclavistas; el segundo por la pestífera Edad Media; el tercero por el Renacimiento y el Capital; el cuarto por el apocalipsis ecológico y postmoderno.)

Puede ser, sí, puede ser.Incluso si suponemos que el Sombras murió como un perdedor, fue uno glorioso… Muy a su manera. Si por algo vale la pena el rock and roll es porque reivindica a ciertos losers: basta recordar a Hendrix, a Joplin, a Cobain, a Barrett o Buckley para entender que no fueron sino héroes trágicos, efímeros anti héroes, como tú comprenderás, myfriend, o como yo tambor, si bien nos va. La misma historia que nos cuentan TheRise and Fall of ZiggyStardust, The Wall, Tommyo la muerte del Sombras: óperas rock de mesías leprosos y malogrados, que terminaron como terminaron para gloria del Rock, vergüenza de la Biblia  y consuelo de la Historia.

Pero ya: basta de nostalgia y desesperación. Dejaré de escribir por hoy y pondré algún disco jovial de T. Rex o de Metronomy.  No tarda en hablarme por Skype mi hija y no quiero que me vea triste: luego va a insistir en que me vaya a vivir con ella pero eso sí que sería un desastre.

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sobre el autor

Matías Ximenes

(Estancia de Ánimas, 1965) es un poeta zacatecano (casi) inédito, por lo que algunos afirman que es un autor apócrifo. En 2013 apareció un libro con su Tratado de los proyectos veniales, una compilación de sus “proyectos” literarios editada por Gonzalo Lizardo para editorial Texere.

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