La democracia no es una fiesta

La democracia no es una fiesta

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Primer día de veda electoral. Afortunadamente ya no escuchamos, ni escucharemos -al menos por 2 años- promesas inocuas que rayan en el insulto. A partir de ahora, son tres días para que reflexione su voto. Soy de los que piensan que el voto debe definirse en la mampara, nunca antes. Porque  definir el voto con semanas o meses de anticipación nos vuelve porristas y clientelas de esas organizaciones gangsteriles que son los partidos políticos, esos que tienen maniatada y en peligro de extinción lo que antes era una fiesta.

Aunque legalmente lo siga siendo, a partir de la noche de este domingo, Enrique Peña Nieto deja de ser presidente, su candidato – a excepción de un milagro que haga pensar en el fin de los tiempos – quedará en un lejano tercer lugar. El lunes 2 de julio, iniciará un  proceso de transición demasiado largo (que se acorta a partir de la próxima elección), donde la atención de los mexicanos estará en el sucesor; sin embargo –antes de despedirse-  el mandatario en turno envió un mensaje llamando  a los mexicanos a que  este primero de julio, convirtamos el domingo en una verdadera fiesta democrática.

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No lo voy a aburrir dándole lecciones de lo que  debería ser la democracia a partir de las teorías de los grandes pensadores, y por qué esta fiesta parece tener cada vez menos cupo para los ciudadanos, convirtiéndose en un convivio entre cúpulas, donde invitan a los ciudadanos únicamente a observarlos desde la vitrina.

Cada tres años nos convertimos en validadores de esos a quienes el resto del tiempo llamamos corruptos y ladrones, pensamos que cumplimos nuestra parte cruzando la boleta, creyendo  que a cambio, merecemos el maná y demás bendiciones que del cielo nos permita.

Desconozco al autor del término “fiesta de la democracia”, desconozco en qué momento o por qué  motivo se le ocurrió que la jornada electoral es una fiesta;  y es que en nuestro país, esa fiesta empezó en las elecciones presidenciales del 2000. Habrá  quien le diga que empezó en el 94’, cuando a partir del surgimiento del IFE, el gobierno dejó de ser juez y parte; pero con los magnicidios que marcaron aquellas campañas, el levantamiento del Ejercito Zapatista y otros acontecimientos, esa elección estuvo lejos de ser una fiesta.

Recuerdo los debates presidenciales del 2000, en los que -con ilusión-  sentíamos latente la alternancia. El día de la elección, los que apoyaban la hegemonía no esperaban sorpresas, los demás sentían que era el momento, el país estalló en jubilo ante el anunció de Ernesto Zedillo mencionando al ganador. Aquella alegría, dio paso al enojo en la siguiente elección, marcada por intromisiones, omisiones y desconfianza: el árbitro electoral optó, bajo el argumento de no ceder ante el chantaje de Andrés Manuel, por no abrir los paquetes electorales para realizar el conteo voto por voto. Aquella acción -cualquiera que hubiese sido el resultado-  habría fortalecido a la democracia y al sistema electoral.

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A raíz de aquella elección, el país empezó polarizarse y parecía un escenario perfecto para el crecimiento del populismo. Decir que el simpatizante de Andrés Manuel lo es solo por las ayudas y programas sociales que este promete, sería tramposo e injusto porque en realidad, una gran parte del electorado que este domingo tachará su nombre, lo hará desde el enojo… Desde la frustración.

Hemos escuchado hasta el hartazgo los llamados de otros actores a no votar con el hígado; pero aquí es donde  pregunto: ¿Cómo no hacerlo?

Con casos como la casa blanca, la estafa maestra, un mercado interno congelado y un poder adquisitivo que decrece, es difícil no entender  las razones de esta decisión.

No me malinterprete: desde luego no llamo a votar por Andrés, tampoco lo llamo a que se resigne ante su eventual triunfo; todo lo contrario.  Me gustaría que estas personas reflexionaran si darle su voto a la más digna representación del paternalismo, es lo mejor para el país. Aquí  el problema radica en que tampoco podría decirles por quién SÍ votar. Existe algo que definitivamente puedo asegurar: estos votantes que no creen que Andrés sea la llave maestra para los problemas de este país, votaran con desgano, con enojo. Y eso también  está muy lejos de ser una fiesta.

Asómese a las redes sociales: el enfrentamiento entre pares en cualquier publicación de cualquiera de los candidatos -o del mismo árbitro electoral- ha llegado a niveles de odio, donde los términos chairo o prianista resultan ser  los más suavecitos. Mucha gente ha perdido amigos, muchas familias se han distanciado durante este periodo electoral por defender a su “gallo”. Para ellos, mi mejor recomendación es decirles que debe tener claro que su “gallo” no lo hace en el mundo y que usted no debe meter las manos al fuego, por nadie y menos por un político.

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¿La democracia está en peligro de extinción? Espero que no. ¿La fiesta de la democracia lo está? Sin duda. Debemos fortalecer las candidaturas independientes, ellos son el entremés que ha llegado para darle vida y alegría a esta fiesta; pero sobre todo, debemos ganarnos nuestro lugar, dejar de ser los espectadores tras la vitrina, pasar a ser actores y organizadores, reúnase con sus vecinos, conozca las necesidades de su comunidad y soluciónelas, los políticos no vienen de un planeta extraño, no son una peste alienígena, una mejor sociedad emanará mejores políticos y alegría para esta fiesta.

Nos vemos la próxima semana, con nuevo presidente, mientras tanto nos vemos en @tuiterodetal

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sobre el autor

Elpinch3pepe

Elpinch3pepe (Zapopan 1986) Administrador de Empresas, Tequilero Profesional, Liberal Político y Económico. Gratias gratis duce, sed seducens cor ad celebres cultissima

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