Tres discos que cumplen 50

Tres discos que cumplen 50

Yo no me atrevo a tanto, jamás podría afirmar que 1968 fue el mejor año del rock. En todo caso, puedo decir que es uno de los años más impresionantes y veo poco probable que un fenómeno así vuelva a suceder.

Claro, se entiende que la historia no se repite y que el pico del rock ya fue hace tiempo. Ahora estamos en un constante navegar entre grandes grupos y discos, y un mar uniforme que se extiende hasta el horizonte.

Por otro lado, comprendo que para muchos 1968 fue un retroceso comparado con los años anteriores. Pero, sin pudor, soy un fundamentalista musical, y si algo me gusta de ese año, es que los grupos decidieron regresar a sus raíces, voltearon hacia atrás e hicieron un recuento de cuánto había avanzado el rock en tan poco tiempo.

No descubro ningún hilo negro, ya Lester Bangs, justo a finales del 68, le echaba la culpa a los Beatles de que todos estuvieran viendo hacia atrás. No eran los únicos, los Stones hicieron lo propio, Zappa hizo un disco de doowoop y Creedence debutó mostrando sin pudor un rock anclado en la tradición country. Por otro lado, Led Zeppelin comenzó a grabar su primer álbum en este año, y todos sabemos que Zeppelin es un sinónimo de viejo rock’n roll.

Para comprender ese fenómeno, he decidido revisar unos cuantos discos de ese año. Espero continuar con este ejercicio en futuras colaboraciones, pero ampliándolo hacia otros discos importantes que festejen su cumpleaños.

The Beatles y el retorno a la semilla

El disco al que se le achacan todas las culpas de ese caminar hacia atrás es el Álbum Blanco. Un disco doble que, defiendo yo, no se queda viendo sólo hacia al pasado, sino que también continua el camino trazado desde Revolver y que, de alguna manera, culminó en el Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band.

El primer disco sí representa, sin ninguna duda, un regreso al mismo rock de siempre. Lo podemos encontrar en canciones como Back in the U.S.S.R, un pastiche entre Back in the USA de Chuck Berry y el sonido de los Beach Boys. No se queda atrás, Ob-La-Di, Ob-La-Da, un divertimento country que debería pasar desapercibida porque no propone demasiado. La canción, despreciada por Lennon, terminó convirtiéndose en uno de los grandes éxitos del disco.

Pero el segundo disco tiene un par de momentos en que parecen dar un salto hacia adelante. Además de Revolution no.9, también aparece Helter Skelter, que 50 años después sigue funcionando perfectamente como un excelente hard rock.

Pero sí, es imposible negar que la mayor parte del álbum doble escuchamos a los Beatles más clásicos, aquellos que se hicieron famosos por tocar covers como nunca se habían escuchado.

Comiendo más que migajas.
Beggars Banquet

Por otro lado, los Stones sacaron al mercado su séptimo álbum. Beggars Banquet contiene éxitos probados como Sympathy for the Devil o Street Fighting Man, pero el resto del disco, o incluso un poco esas mismas canciones, voltean hacia el pasado, pero ni siquiera hacia el mismo pasado del grupo, sino más allá: son una extraña combinación entre bluegrass y country.

Esto podría convertirse en el argumento que prueba las afirmaciones de Lester Bangs, pero, por más que no quisiera contradecir al más importante crítico de rock de la historia, si uno revisa lo que hizo Keith Richards para grabar este disco, en realidad podríamos decir que es uno de los más revolucionarios álbumes de los Stones.

Una lista corta de las innovaciones pasa primero por deshacerse del, en ese momento, casi muerto Brian Jones, quien sólo llegaba al estudio, totalmente drogado, a dormirse en un sillón con la guitarra sobre su pecho.

La enumeración continua con Richards experimentando con la afinación abierta en sol que implica afinar de manera distinta tres cuerdas del instrumento, la primera, la quinta y la sexta. El asunto, es que al guitarrista le estorbaba en el oído el sonido de la sexta cuerda, así que decidió quitarla, de esa manera, cada acorde con la nota dominante en esa cuerda sonaba, pues, menos dominante.

Este truco, que se lo enseñó Ry Cooder un año antes, les dio el sonido característico a las guitarras de los Stones, y así grabó Beggars Banquet.

Por otro lado, tanto Richards como Jagger sintieron mayor libertad al entregarle el trabajo de producción a Jimmy Miller, quien aceptó que los compositores no sólo iban a escribir el disco, sino que también se inmiscuirían en la sala de control del estudio.

Finalmente, Richards tomó el control de las sesiones, incluso grabando el bajo de las canciones icónicas citadas arriba.

Si todo lo anterior es visto como un retroceso en el rock, pues que me regresen mi dinero.

Viejo y buen blues.
Creedence Clearwater Revival

En todo caso, si algo de verdad parecía venir del pasado eran los hermanos Fogerty. Aunque sólo uno de ellos fue quien realmente innovó en la música, por extraño que parezca, revisando la vieja música norteamericana.

En el verano del 68 el grupo llamado The Golliwogs cambiaron su nombre y crearon una obra que parecía cosa arcaica, superada, pero que nadie más pudo replicar como ellos lo hicieron.

El disco recibió reseñas negativas, como la de Barry Giford quien publicó en la revista Rolling Stone una crítica en donde sólo dejaba bien parado a John Fogerty y despreciando, con toda rudeza, las habilidades del resto de la banda.

Y es que parece lógico. Un año antes, el rock había explotado en una serie de experimentaciones sonoras y los Creedence iban justo a contracorriente. El éxito más grande que obtuvieron con ese disco fue una canción de Dale Hawkings, compositor clave del rockabilly y el rock ‘n roll.

Susie Q fue grabada originalmente en 1957 con un éxito modesto. Fogerty decidió hacer un cover en donde la batería hiciera un largo solo, la intención era que la canción sonara en una radio de rock progresivo. Logró algo más que eso, sin duda.

El disco abre con I Put a Spell On You, pieza original de Jay Hawkins, dando un claro ejemplo de que ellos parecían apreciar más el antiguo y siempre noble blues que el avantgarde que pululaba en el rock desde varios años atrás.

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Daniel Herrera

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