Lo eterno de La Barranca Entrevista a José Manuel Aguilera

Lo eterno de La Barranca Entrevista a José Manuel Aguilera

Tras 22 años de andar el camino, La Barranca arriba a Lo eterno, su onceavo álbum en estudio, y lo hace en plenitud de forma, según deja ver esta entrevista con José Manuel Aguilera, el jefe de jefes de este proyecto, el más constante, consecuente y congruente de las últimas décadas dentro del rock que se hace en México.

“Para llegar al mar antes que hubiera carretera / tuvimos que avanzar primero abriendo brecha”, dices en “Brecha”, la primera canción de Lo eterno. ¿Sigues abriendo brecha o La Barranca ya está en plena autopista?

No, yo creo que un grupo como nosotros va paralelo a las autopistas. En ese sentido, no es tan azaroso ir abriendo ahora nuestra brecha, porque ya tenemos más herramientas y más empuje, pero yo diría que vamos paralelos a todo lo demás y que no estamos en las grandes autopistas. Debo confesar que al hacerla estaba pensando en el mundo del rock en español, en esa idea de que hoy todo puede parecer más fácil y en cambio, cuando nosotros empezamos, todo era más difícil.

“Si no existe Dios, si no existe el cielo / si no hay purgatorio ni tampoco infierno”, cantas en el tema “Donde la confusión se suspende”. ¿Eres un hombre espiritual?

Yo pienso que todos los músicos de alguna manera creemos en lo inmaterial. Yo sí creo en ese tipo de cosas que no tienen explicaciones tan racionales, porque la música es así también y no sé si eso sea como una cuestión mística en mí. Me preocupan también de pronto las preguntas viejas de la humanidad, de los grandes filósofos. ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué pasa después de esta? No sé si eso implique un misticismo, tal vez sí, pero aunque nací en un hogar católico, no practico alguna religión. De hecho, una parte de mi familia paterna, en Tabasco, estuvo involucrada con el movimiento anticlerical de Tomás Garrido Canabal

¿Quiénes son esos cuervos “que se llevan en sus picos nuestros días, que se llevan en sus garras los recuerdos” a los que te refieres en “Cuervos”, el primer sencillo del disco?

Los quise utilizar como una imagen de cosas terribles, no específicamente una sola, que le pueden suceder a alguien. La canción está construida con este tipo de frases que se llaman exhortos: “ojalá que nunca pase esto, que nunca vuelen estos cuervos, que nunca soplen los demonios…”. Es un desear que nunca pasen esas cosas. Yo lo utilicé como una imagen para hablar de enfermedades y cosas así. Específicamente, diría que la canción surge, como todas mis canciones, de una anécdota muy real que tiene que ver con la muerte de mi madre, hay un sentimiento de partida muy real en ella. Siempre parto de una emoción o de una idea que tiene que ver con la realidad.

Entonces, cuando escribes, en la misma canción, “a veces necesito llegar hasta el infierno”, ¿a qué te refieres con eso?

Creo que la frase se explica por sí sola. Cuando estás en un momento muy difícil, le das valor a ciertas cosas que cuando estás muy bien no las valoras.

¿Cómo compones, cuál es el proceso creativo cuando escribes tus canciones? ¿Partes de la música, partes de una letra?

Varía. Lo que nunca he hecho es tener una letra antes de hacer la música. Pero de ahí puede ser como sea. Lo que hago es que apunto muchas veces ideas para letras. No las letras en sí, sino las ideas de las mismas. Por ejemplo, a lo mejor para “Cuervos” apunté: “Unos cuervos te amenazan”, sólo como una imagen que luego desarrollé. A veces parto de una sola palabra o de pronto, cuando estoy trabajando una música, aparece en mi mente una frase que da lugar a todo lo demás. En realidad, no tengo una fórmula. Trato de que cada canción tenga su propia solución –lo cual es muy intuitivo– y que sea única, para no repetirme. Porque conforme vas haciendo canciones y discos, conscientemente no te das cuenta de que tú solito vas cercando los temas y de pronto descubres que alguna cosa ya la dijiste antes en otra composición. Se va complicando cómo decir otras cosas o las mismas cosas, pero de otra manera. Porque yo creo que las canciones siempre hablan de las mismas cosas, al menos las mías, pero siempre trato de hacerlo de un modo diferente.

¿Tu música la compones básicamente con la guitarra?

Depende. Una gran parte la hago con la guitarra acústica. Otra parte la hago en el piano (aunque soy malísimo), porque puedo encontrar acordes distintos y para este disco en particular, tres o cuatro de las canciones las hice en un iPad, con uno de esos programitas de música electrónica, en un intento de cambiar mis métodos. Muchas de mis ideas musicales a veces las consigo sin instrumentos. Las imagino y las apunto.

En la canción “Ceiba” hablas de que muchos han perdido el rumbo. ¿Eso lo has visto en la gente en general, en los músicos, en el rock nacional?

Un poco en eso. Esa canción en particular es la que más trabajo me costaría explicar, porque su letra es más hermética incluso para mí. Me sucede con esa canción y con otras que de pronto como que puedo convertirme en un personaje que no soy yo. No es José Manuel Aguilera el que está diciendo esa letra, sino otro personaje que ya ha aparecido en otras canciones de La Barranca. Un alter ego que no tiene nombre o identidad, pero es un tipo al que yo veo desde afuera y que habla de temas que tienen que ver con cosas de la antigüedad, del pasado remoto. Este personaje ha sido invocado por algunas canciones de La Barranca.

Es una especie de filósofo prehispánico, quizá producto de mis lecturas de Miguel León Portilla sobre el mundo náhuatl o de los poemas del rey Nezahualcóyotl. Ese tipo de poesía me gusta porque siento que de una manera muy inconsciente, pero asimilada, definen un poco nuestra mexicanidad actual. Aunque entre los millennials ya nadie lee y probablemente no ha leído a esos autores, estoy seguro de que esas maneras de ver el mundo han permeado hasta nuestros días de una u otra manera. Tú, como mexicano, de inmediato te puedes conectar con ellas, aunque hayan sido escritas hace seiscientos años. Esa cultura, esa manera de ver el mundo, aunque fue destruida en teoría, prevalece y este personaje del que te hablo como que de pronto tiene contacto con ellas. Él diría cosas como: “El destino sólo tiene sentido si hay un punto de partida”, como aparece en “Ceiba”. De hecho, él diría toda la letra, porque yo no sé ni por qué la escribí, pero decidí seguir mi intuición y dejarla así. Por cierto que esa es una de las canciones que hice con el iPad. Es como un loop que se va repitiendo y sobre el que van cambiando diversas melodías.

En “Astronomía” dices que “las canciones cobran vida nada más mientras alguien las escucha”.

Aquí me pasó lo que les pasa a muchos poetas, sin que yo me esté poniendo en ese lugar, pero por el efecto del que te hablaba atrás de que ya he hecho muchas canciones, me di cuenta de que nunca había escrito una que hablara en sí de las canciones y, claro, si alguien no escucha una canción, esta no existe, sólo existe en el momento en que alguien la pone para oírla. Es un fenómeno fantástico y me pareció que valía la pena hablar del mismo. Tal vez una canción es un vehículo muy breve y tampoco te da para ponerte muy profundo, pero pensé que podía hablar de ese curioso fenómeno que pasa cuando escuchas una melodía y en ese momento la haces existir. “Astronomía” es como un juego de palabras, porque en ella aparentemente estoy hablando de astronomía y en realidad hablo de lo que son las canciones.

¿A quién le hablas en tus canciones? Por ejemplo, cuando dices “considera que estás viva”, te diriges a una mujer, a una musa, a la humanidad, a…?

¡A una mujer!

¿Acaso a la mujer que besas en Bacalar, según cantas en “Lo eterno”, el tema que cierra el disco?

A esa misma. Y a esa misma a la que no quiero que los cuervos vuelen sobre ella. Escribo sobre personas específicas.

En “Manos” dices que confías más en tus manos que en la razón. ¿A qué te refieres con ello?

Yo creo que mis canciones y quizás esto se aplique a todas las canciones en general, se dividen en tres tipos: las amorosas (que son el 99.9 por ciento de ellas), las que hablan sobre lo que sucede en el entorno, en el mundo en el que me muevo, y hay un tercer tipo de canciones que no entra en ninguna de las otras dos categorías, piezas más oníricas. “Manos” es una canción de amor: “Antes que en el corazón y sus arrebatos / Antes que en la razón / confío en mis manos”. Como te digo, es una canción de amor pero es abierta. Muchas de mis canciones no son tan específicas. No es que me proponga hacerlas de ese modo, sino que así es como me salen. En este caso la letra está resolviendo el tema del amor de una manera muy física. O sea: “ No entiendo si me gustas o si estoy enamorado de ti, pero me gusta tocarte. Confío en mis manos y digo que quiero más”. Es algo más sensual que romántico. Incluso artesanal. Pero también me he dado cuenta de que muchas veces las canciones de amor funcionan como metáforas del amor hacia la música. Esa canción, aunque sí fue pensada para una persona específica, a la quiero darle el mensaje, también al hacerla pensé en mis manos de guitarrista y en no saber si está bien seguir haciendo música. Pero al final, las manos son las que mandan.

“Este mundo que se quiebra no se arregla con palabras ni con decretos”, dices en “El escarabajo”. ¿Cómo ves al mundo, cómo ves al país?

Estamos en un mundo muy fragmentado, en comparación con el que nos tocó vivir a ti y a mí, especialmente por el asunto de las redes y por como las cosas se han llevado a lo sumamente individual. Hay pocos escenarios que permiten la colectividad. La gente ya no quiere ver a otra gente si no es por medio de Facebook. No digo que esté mal o que esté bien, sólo que es diferente, aunque creo que en ese mundo virtual la manipulación es más factible. Vivimos en un mundo donde es muy fácil que a la gente le tomen el pelo. Sin embargo, la frase que citaste en tu pregunta tiene que ver con el sismo de hace un año. Quise escribir de ello, aunque fuese de manera tangencial y por eso salieron algunas de las frases de esa canción.

“Todas las historias se repiten”, mencionas en otro de los cortes del disco. ¿Crees que este álbum se repite con respecto a tu obra discográfica anterior o qué es lo que lo distingue?

Todas las historias se repiten y aun así tienen que escribirse. Las cosas de las que me gusta hablar y las razones por las que hago música siguen siendo las mismas, no sólo desde que empezó La Barranca, sino desde que empecé a hacer música. Eso no ha cambiado y en ese sentido, este disco obedece a los mismos principios. Quizás a estas canciones se les pueda encontrar equivalentes con otras que he hecho, sin embargo creo que las maneras son nuevas. Hay otro tipo de construcciones formales, otros procesos de composición, otras búsquedas respecto a cómo decir las cosas, otras intenciones de claridad en ciertos momentos y de oscuridad en otros. Y hay otras cosas más obvias, como la dotación instrumental. Ya no somos un cuarteto, sino un quinteto. Está Yann Zaragoza que es un gran pianista y da un sonido diferente a algunas de las piezas. Aparte, en lo personal en estos años me he metido con elementos más electrónicos y eso se nota en diversos detalles dentro del disco, con el uso de sintetizadores, etcétera. Los otros músicos actuales de La Barranca son Adolfo Romero (guitarra), CC Romero (bajo) y Navi Nass (batería). Con ellos hay una dinámica y una musicalidad muy chingona. Siempre es bueno estar con gente a la que le gusta tocar.

Nada es eterno, nada permanece”, reza el tema final de Lo eterno. ¿Qué viene para La Barranca y para ti en la carretera de la vida?

No lo sé. Es una pregunta difícil. Alguien me preguntó hace dos años si me imaginaba seguir tocando después de dos decenios y mi respuesta fue que por supuesto que no. En México, para un grupo como nosotros, es hasta dañino hacer planes a largo plazo. La incertidumbre es absoluta. Ahora mismo no sabemos qué va a pasar a partir del 1 de diciembre. La industria de la música misma ha pasado por unos cambios radicales, no sólo en México sino a nivel mundial. Pero en México, con la fragilidad que tiene todo, las cosas pegan más fuerte. Entonces, cuando sientas que estas en un punto en que no sabes para dónde caminar, tienes que seguir haciendo lo que te gusta. Por eso yo seguiré haciendo canciones, seguiré haciendo música.

Agradecemos a Liliana Estrada por el apoyo en esta nota con la toma de fotografías.

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sobre el autor

Hugo García Michel

De formación autodidacta, Hugo García Michel (Tlalpan, DF, 1955) conoció y aprendió el oficio del trabajo editorial en la práctica misma, cuando entró a laborar a Editorial Posada en 1979, como redactor y corrector de estilo de la revista Natura. Al poco tiempo se convirtió en Jefe de Redacción de la misma publicación y fue su Director en dos periodos diferentes: 1980-1982 y 1986-1988. En el ínterin (1982-1986), colaboró en los diarios unomásuno, La Jornada y El Periódico de México, así como en diversas revistas de todo tipo, desde culturales y de espectáculos hasta de información pesquera y de orientación al consumidor. Fue Secretario de Redacción de la revista cultural Coatlicue (editada por el ISSSTE y dirigida por el poeta Sergio Mondragón) en 1982. Colaborador durante seis años de la sección cultural de El Financiero con su columna semanal “Bajo Presupuesto” (1991-1997), desde 1994 y hasta 2008 fue director de la revista de rock La Mosca en la Pared. Dirigió y editó, asimismo, los Especiales de La Mosca (2004 a 2008), magazines monográficos dedicados a grupos y solistas específicos (Nirvana, Metallica, The Cure, Pearl Jam, Bob Dylan, Led Zeppelin, The Beatles, The Rolling Stones, The Who, The Kinks, Jimi Hendrix, etcetera). Es autor de los libros Más allá de Laguna Verde (Editorial Posada, 1987) –investigación periodística sobre la planta nuclear veracruzana y el movimiento político ecologista que se oponía a la misma en los años ochenta–, la novela Matar por Ángela (Editorial Sansores y Aljure, 1998, reeditada en 2015 por la editorial Lectorum), Cerca del precipicio (recopilación de diversas reseñas de discos clásicos de rock publicada por el diario El Financiero) y la novela Emiliano (Ediciones Beso francés, 2017), su primera incursión en la novelística de la revolución mexicana. También es autor de los libros de entrevistas Rock bajo palabra y Razón de la crítica impura, así como de la novela La suerte de los feos, los tres aún inéditos. Hasta agosto de 2018 colaboraba (desde enero de 2000) en Milenio Diario con las columnas “Cámara húngara” (de temas políticos) y “Gajes del orificio” (de temas musicales), además de escribir diversos artículos, sobre todo culturales, para diferentes secciones y suplementos del mismo periódico). Ex colaborado de las revistas Marvin y Este país, hoy día coordina “Acordes y desacordes”, el sitio de música de la revista Nexos, y escribe los blogs El rojo y el negro y Gajes del orificio (y otros hoyos).

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