El Coleccionista de Muñecas

El Coleccionista de Muñecas

Pedí otro shot de tequila.

Era el segundo de la noche, Jacobo me dijo que no tomara en exceso, aun debía de conducir de regreso a mi casa pero era demasiado. Necesitaba olvidarme de todo lo relacionado con el caso del Coleccionista de muñecas.

Llevaba doce años en la fuerza y me había encontrado con todo, desde narcoejecuciones, secuestros, violaciones, ves lo más oscuro de la especie humana pero nunca deja de sorprendente lo bajo, lo ruin que puede llegar.

La cantina estaba llena, era algo habitual en un viernes de quincena en el que los trabajadores buscan gastar su dinero en cerveza barata para despejarse de la rutina laboral, estaban los desesperados que buscaban gastar su quincena en trago para escapar de sus problemas, otros clientes habituales que estaban saturados de alcohol, la música a alto volumen era una banda de rock en español de los años ochenta que no logro identificar. Escucho detrás de mí bromas obscenas, un hombre hablando a su amigo de como la fábrica donde laboraba hubo un recorte de personal, otro hombre desesperado comentándole al cantinero que su esposa no lo deja ver a sus hijos a menos que pague una pensión que no tiene,gente con sus propios problemas cotidianos pero mi problema era el de un policía de Ciudad Juárez, alguien que ha visto demasiados horrores y que no puede con ellos. Jacobo dejo su cigarro sobre su cenicero, afortunadamente esta era de las pocas cantinas donde podías fumar dentro, nadie se quejaba y a nadie le importaba.

Cerraba los ojos y veía a niños muertos, veía una muñeca de porcelana con los ojos abiertos y mirándome fríamente, muñecas de vestidos victorianos de varios colores, cabellos rubios y rostros inexpresivos, veía los rostros sonrientes de los niños desaparecidos contrastando con la frialdad del rostro de porcelana y veía a Araceli, mi propia hija de siete años, ella sonriendo, llena de vida y vi una sombra alada volando en la noche. Los gritos de varios niños me despertaban cada noche que había durado el caso

El psiquiatra me receto tafil para poder dormir bien, en todas nuestras sesiones le hablaba del caso, de los niños y del asesino, su consejo era que tomara un tafil antes de dormir y fuera olvidándome del mismo una vez concluido.

Estas tres noches pude dormir un poco mejor pero era difícil olvidar un caso como esos, como policía tienes que vivir con eso y saber lidiar con eso.

-Déjalo ir vato, ese cabrón lo van a meter al bote y ahí se lo van a chingar—eso lo sabía y me daba cierto consuelo, los abusadores y asesinos de niños eran los parias de las cárceles, esperaba que sufriera mucho.

Pero en toda la investigación no puedo dejar de pensar en los rostros de los niños, tenían más o menos la edad de mi hija y eso me hacía sentir muy intranquilo. El Coleccionista de muñecas ya estaba tras las rejas pero ahí afuera habían trastornados iguales o mucho peores libres. México era una tierra de monstruos y la gran mayoría se habían acumulado en estas tierras de norte.

-No sabes…los niños….sus familias y ese hijo de puta—Jacobo me pidió otra cerveza, el Coleccionista de muñecas rapto y mato a nueve niños todos entre siete y once años, en cada escena del crimen dejaba una muñeca de porcelana, algunas veces en la habitación vacía y otras veces junto al cuerpo mutilado del menor.

No puedo dejar de ver esas escenas, niñas decapitadas, niños con el estómago abiertos y al lado una muñeca con vestido antiguo. Maldito enfermo pienso cuando la mesera me trae una botella, Jacobo mi compañero lleva diecisiete años, es un hombre más relajado de lo que yo puedo ser pese a que esta ciudad te termina deshumanizando o volviendo un salvaje, por más que quiero lucho por mantener mi humanidad.

-Lo importante es que hoy va al penal y ya todos saben quién es, ahí carnal se va a hacer verdadera justicia—brindamos por eso, el procurador y el gobernador de la ciudad dieron prioridad al caso, la prensa estaba sobre ellos y pronto el tema dejo de ser propio de Ciudad Juárez para volverse un tema del que todo el país hablaba.

En un país lleno de impunidad se necesitaba que se resolviera un caso, que se encerrara a alguien para mantener calmada a la población.

Tuvimos una época muy violenta, una época sangrienta de ejecuciones y de inseguridad, posteriormente las aguas se fueron aplacando pese a que todavía el ambiente era tenso y en el que las calles eran peligrosas.

En el departamento creyeron que una ciudad con una taza de violencia muy elevada, con alto grado de feminicidios y desapariciones forzadas de mujeres, algo como lo del Coleccionista de muñecas iba a pasar desapercibido pero no fue así.

Todo empezó con el hijo de un actor de telenovelas reconocido, un niño de nueve años que fue a pasar un fin de semana con sus abuelos en un complejo residencial muy seguro. El menor desapareció de su cuarto y solo se encontraba una muñeca de porcelana dentro. Tres días después apareció decapitado en un terreno baldío.

Quería llamar la atención y lo logro con ese primer homicidio, todo el país se solidarizó con el actor por la pérdida de su hijo, fue tema de moda en las redes sociales, el segundo crimen ocurrió dos semanas después, una niña de siete años, hija de un mecánico, desapareció de su hogar, nuevamente encontraron una muñeca de porcelana en su habitación. Tres días después su cadáver apareció en el mismo terreno baldío decapitado, la cabeza no la encontraron. Ahí la prensa le llamo el Coleccionista de muñecas.

El caso fue relacionado por los medios con el caso del Cirujano el asesino que aterrorizo la ciudad de Goshen hace algún tiempo*, nuestra proximidad con Texas y lo reciente del caso los hacían relacionarse.

Tanto el Cirujano como el Coleccionista de muñecas eran monstruos en sus respectivas ciudades, el monstruo era una manifestación oscura de la civilización humana, un ser que siempre regresaba bajo distintas formas pero que estaba escondido en cada hombre o mujer. Ellos tenían a sus monstruos y nosotros a los nuestros.

Se me asigno el caso como era mi segundo año como detective, recuerdo las fotos, las familias destrozadas y es demasiado para tener en la cabeza.

-Se ve que te golpeo demasiado esa madre, deberías de tomarte unas vacaciones—no era mala idea, llevarme a mi hija a la playa unos días, descansar, brindamos por esa idea. Enciendo un cigarro, él ya estaba tras las rejas y hoy fue la última vez que hable con el pero aun así, aun dentro era alguien siniestro.

-Debe tener un cómplice, digo ese vejete no podría haber hecho todo eso solo.

-El afirma que trabajo solo y no hay ninguna evidencia de que haya tenido un cómplice—era un hombre solitario, un hombre que no socializaba con sus vecinos o los pocos amigos que tenía y sin embargo un hombre de setenta años no pudo raptar y asesinar por si mismo a los menores.

Su nombre era Karl Gunther II, su padre llego al país en los años treinta huyendo del Tercer Reich, vivió primero en Chiapas para mudarse después a Querétaro y finalmente establecerse en los años cincuenta en Chihuahua.

Vivió en un pueblo alejado de la ciudad, tenían una casa grande y el viejo Karl Gunther I se dedicaba a la creación de juguetes, hacia obras de títeres para los niños, fabricaba juguetes para la gente del pueblo y que vendía también en la ciudad, lo que le dejo una pequeña fortuna.

Karl Gunther I fue un hombre querido por sus obras benéficas pero siempre mantuvo una vida hermética, nadie conocía nada de su vida privada, un día no se supo más de él y llego su hijo a ocupar su casa siguiendo con la tradición de fabricar juguetes y organizando eventos para los niños.

En una visita que realizo al área de niños al hospital organizo un espectáculo de títeres, cuando estaba a punto de irse entro a la habitación de una niña en coma y la acuchillo dejando solo una muñeca de porcelana. Fue cuando dimos con él, realizamos un operativo en su casa lo mas rápido posible temiendo que podría escapar.

El viejo Gunther se encontraba fabricando una nueva muñeca cuando lo detuvimos, no mostró miedo o sorpresa, solo pidió calmadamente que lo dejáramos terminar su último trabajo. Era un hombre alto, delgado, de barba blanca y grandes anteojos, su apariencia física me recordaba a Geppetto de la película Pinochio.

Según los testimonios de los horrorizados habitantes—un pueblo al igual que todos azotado por la narcoviolencia—era un hombre amable, un hombre querido que salía de su casa para ir de compras o para alguno de sus espectáculos de títeres. El perfil del asesino en serie, alguien con una imagen pública intachable para esconder su monstruosidad.

Mientras tomaba mi cerveza repasaba los hechos en mi cabeza, Gunther parecía un anciano amigable pero en el interrogatorio vi un semblante siniestro, su mirada era la de alguien frío, alguien que no sentía ninguna empatía por el género humano, estudiándolo más de cerca vi una bestia escondida en la piel humana.

-Sea como sea esta tras las rejas pero tengo muchas dudas todavía.

-También yo ¿Cómo pudo hacerlo? En ningún interrogatorio revelo como llevaba a cabo sus raptos ni los criterios con que los elegía—era alguien hermético pese a todas las amenazas que proferí el hombre nunca dijo como elegía a sus víctimas o como hacía para raptarlos de sus hogares, por los estudios realizados gozaba de buena salud pero no como para entrar a una casa y robar a un infante, eso requería mucha fuerza física y velocidad, algo que el anciano no parecía tener.

-Pagara por todas sus muertes y me refiero a todas—aún quedaba esa duda, pedí otra cerveza, en el transcurso de la investigación descubrimos en el sótano y en el patio enterrados esqueletos, los forenses contaban más de doscientos y todos era esqueletos pequeños. El viejo no dijo quiénes eran, solo dijo que eran recuerdos.

-Hijo de puta enfermo y seguro el padre era lo mismo.

-¿Crees que el padre era un asesino y le transmitió todo a su hijo?

-Claro que si Tomas, hombre, el padre es el asesino original y el hijo solo siguió su herencia—revisando las fotos del padre y del hijo no se diferenciaban en nada, eran idénticos.

-Tengo que orinar, en un rato vengo—le digo y tomo un trago de mi cerveza, entro al baño donde hay un vato dormido borracho sobre un retrete, me hago a un lado para orinar tranquilo. Una vez terminado al salir agarro el teléfono celular para marcar a casa, me contesta Carolina la vecina.

-Hola Caro ¿Cómo va todo?

-Bien señor, Araceli ya se durmió.

-Bien, voy en un rato más—Carolina era nuestra vecina, a veces se quedaba a cuidar a mi hija mientras trabajaba o estaba fuera, a ella le gustaba y recibía un pago por ello. Mi exesposa siempre estaba fuera de la ciudad por cuestiones de trabajo así que yo me quede con la custodia de Araceli, no me gustaba llegar tan tarde pero Jacobo insistió.

Vuelvo a la mesa y tomo otro trago de mi cerveza, mi compañero pidió un vaso de ron, hay todavía muchas cosas en todo este caso que no terminan de cerrar.

-¿Nunca le cobraron derecho de piso?

-Según los testimonios de los pobladores, nunca se metieron con él, parecía intocable.

-¿Crees que trabaje para algún Cartel?

Pienso, al final hago un gesto negativo, no trabajaba para ninguna mafia, él trabajaba por su cuenta, la forma en la que fue atrapado, durante mis interrogatorios Gunther mostro ser alguien racional, era el tipo de hombre que calculaba cada movimiento, no era de los que cometían un asesinato al azar como lo que hizo con la niña del hospital.

Gunther quería ser atrapado pero no por remordimiento, solo era alguien que se había hartado de que no lo descubrieran o por lo menos esa era la hipótesis que tenía.

-Sera mejor que ya no pensemos en eso.

-No puedo—le respondió, tome un largo trago de mi cerveza, una vez que la asenté le dije lo que ocurrió la última vez que me vi con Gunther.

Le conté que el hijo de puta estaba en su celda de pie, le dije que en la prisión todos sabían quién era y lo que había hecho, le dije que lo iba a lamentar y le dije muchos insultos pero no se molestó, no me miro…excepto cuando estaba por irme, entonces con un susurro me llamo.

-¿Qué fue lo que te dijo?

No respondió, solo me termine lo que quedaba de mi cerveza de un solo trago.

-Me dijo que esta noche iría por mi hija—desenfunde mi pistola y le apunte pero el solo me miraba con indiferencia, no valía la pena arruinar mi carrera por ese enfermo, la guarde y me fui de hasta mi auto.

-Cristo bendito—dijo Jacobo dejando su trago en la mesa.

Aun podía conducir, me detuve frente a un semáforo, las calles estaban vacías, Jacobo se ofreció a llevarme a casa pero preferí ir por mi cuenta, quería estar solo, tenía muchas cosas que digerir como la última amenaza de Gunther.

Estaba hablando en serio, no era bravuconería, era una amenaza realizada en serio y eso fue lo que me dejo preocupado. No era ningún demente así que no se el propósito de decirme eso, posiblemente solo quería que lo matara y no pisar la cárcel, si era de esa forma su plan no funciono. Se lo iban a chingar en prisión y cuando sucediera quería enterarme.

Jacobo se quedó un rato más, me dijo que se tomaría un par de cervezas antes de irse, su último consejo fue que me olvidara de todo de una buena vez. Le pregunte si estaba bien para conducir hasta su casa y el me dijo que cualquier cosa iba a llamar a su hijo para que lo fuera a recoger.

Conocía a Miguel, un buen chico que recién ingreso a la fuerza, solo espero que no se envicie como muchos otros, este trabajo puede llegar a tragarte sino sabes cómo lidiar con toda la mierda de la que eres testigo.

El semáforo puso su luz en verde y seguí conduciendo, el caso había terminado y sin embargo todavía tenía puntos que no lograba conectar.

Me detuvo un alcoholímetro, cuando me quieren hacer una prueba el oficial de policía me reconoce como parte de la fuerza y me reconoce como el que arresto al Coleccionista.

-Usted es un héroe detective Rivera.

-Gracias—le respondo pero no me siento como un héroe, fue el mismo asesino que se delato. Me devuelve mi permiso de conducir y me desea una buena noche. Es lo bueno de ser policía creo.

Sigo pensando en Gunther, de pronto las fotos del padre y del hijo parecen ser la misma persona, era la misma figura, pienso que se trata del mismo hombre y que en todo este tiempo no cambio pero eso era imposible.

Karl Gunther estaba tras las rejas, sería trasladado al penal y todo este caso estaría cerrado, acelero accidentalmente.

Trato de mantenerme en calma, respiro profundamente, no es la primera vez que un prisionero me amenaza, es parte de la chamba pero las palabras de Gunther tenían eco en mi mente, esa fue la promesa de un hombre que haría lo que fuera por cumplirla, era viejo pero aun tras las rejas era alguien peligroso, algunas veces he deseado dejar de ser policía e irme con mi hija al otro lado, ahí vive mi hermana con su marido pero la situación es tensa ahí.Sigo conduciendo cuando escucho el celular, no le prestó atención pero es insistente, acelero por una calle y el celular sigue sonando así que me detengo frente a un semáforo. Veo que es Jacobo que me ha llamado más de cinco veces.

Pongo el alta voz:

-Tomas…es Gunther….el cabrón escapo—no puedo reaccionar, me quedo mirando la oscuridad de la calle sin poder decir algo, esto es imposible pienso mientras veo mis manos temblar y frente a mí la oscuridad.

Le exijo a Jacobo detalles, mi voz está casi rompiéndose, la reja de su celda estaba destrozada, tres oficiales están muertos, a los tres les arrancaron las cabezas. Esto no podía ser, lo que me estaba contando era de una película de terror pero no podía suceder en el mundo real, pienso que es un mal sueño, pienso que es algún efecto adverso del tafil y el alcohol pero no es así, Jacobo trata de calmarme diciéndome que ya toda la policía de la ciudad esta tras él, no sabían cómo fue que escapo pero lo iban a capturar de nuevo.

Cuelgo el teléfono y acelero a toda velocidad, mi hija, pienso en mi hija y en la promesa de Gunther. Casi atropello a un indigente pero en esos momentos no me importa nada, solo llegar a tiempo a mi casa antes de que el viejo lo haga.

Me detengo y marco el teléfono de mi casa esperando que Carolina conteste, marco tres veces y maldita sea nadie contesta. Acelero a toda velocidad, Gunther ese viejo maldito, nunca hubo un padre e hijo, siempre fue el mismo, no entiendo cómo ha vivido largo tiempo pero es el mismo cabrón que ha asesinado por todos estos años.

Estoy entrando al vecindario, las luces casi no funcionan pero eso no me importa en ese momento, todo parece normal, trato de mantenerme en calma, si el viejo está cerca lo matare, le pegare unos tiros y nadie podrá culparme, no importa nada en este momento solo estar al lado de mi hija.

La puerta de mi hogar se encuentra abierta, desenfundo mi pistola y bajo rápido de mi auto, grito los nombres de Araceli y el de Carolina, entro y hay sangre en toda la sala, el cuerpo de Carolina está cerca de la mesa, le doy la vuelta y tiene la garganta abierta, mi hija, grito su nombre y entro a su cuarto.

Con horror descubro la cama vacía, excepto por una muñeca de porcelana sobre ella, solo puedo gritar, mi hija, se la han llevado, me derrumbo en la habitación viendo a esa muñeca de negros cabellos que me mira con sus ojos sin vida. Grito el nombre de mi hija y las lágrimas recorren mi cara, la ventana está abierta, veo por ella, solo otras casas pero a lo lejos observo algo.

Salgo de mi casa con la pistola en alto y puedo ver el horror final, sobre el techo de una casa esta una figura oscura, un ser alado que sostiene algo que no puedo ver pero inmediatamente llego a la conclusión que se trata de Araceli, mi hija en manos de ese demonio alado.

Me suelto a llorar impotente de no poder hacer algo, detrás de mí escucho algunas patrullas pero nade de eso importa ahora, no existe nada en estos momentos solo un terror incapaz de poder describir y que siempre me atormentara.

La criatura emprendió el vuelo, alto hasta perderse en la negrura de la noche.

© Fernando Trujillo Peña, Todos Los Derechos Reservados

*El hecho mencionado hace referencia a mi novela Las gemelas que nunca regresaron disponible en Amazon.

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Fernando Trujillo

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