Damien Rice: el gran bastardo

Damien Rice: el gran bastardo

I

Tengo una relación de dos vías con Damien Rice. La primera: lo escucho y covereo desde el “O”. Tenía 16 años y estaba en la prepa. A unas cuadras de esta había un café internet, y ahí trabajaba una mujer 10 años más grande que yo; cabello morado un día, rojo el otro, rapado otro. Naturalmente me enamoré. Me salía de clases para verla, me gastaba lo de mi comida en dos tres horas de internet, levantaba mi copete de entonces por encima del monitor para verla atender o que me viera. Por fin le empecé a hablar y en una de esas me lo presentó y me quemó el “O”. Nada pasó entre ella y yo; pero al tiempo, entre Damien y yo sí: y ya llevamos un chingo.

La segunda vía es el despecho. A lo largo de un mes mi ex me dedicó todo el “My Favourite Faded Fantasy” y parte del “9”, por supuesto en el peor de los sentidos (el mayor bastardo; “esto tiene que morir, esto tiene que acabar”; el “¿qué te da tanto miedo perder algo?”; el “esta caja a la que tú llamas regalo”; y sobre todo el “ven, ven con tus miedos, ven con amor, ven como quiera que seas, pero ven”). Cabrón, me lo puso en mi contra.

II

Así me la llevé con él por más de diez años (entre tragando alambre de púas y delicados fideos) hasta que por fin fui a verlo. A mitad de concierto el cabrón apagó micro y guitarra y así cantó Trusty and true (tenía la esperanza de que saliera su coro, pero no); cortaron las luces del teatro y todos se quedaron calladitos escuchándola: ni una sola amplificación, ni un solo ruido. Por nuestra parte tambaleamos entre si le hacíamos coro o no; nos fuimos por la última.

En Cheers darlin’ se descolgó la guitarra y se sentó en una mesita con dos botellas de vino que se bebió al hilo mientras cantaba y (yo creo, estoy casi seguro) se dolía. Quedó tan borracho que extendió una hora más el concierto después de haberse despedido.

III

Cantó Hallelujah. Después de Jeff Buckley, Damien Rice es el único que la canta con el acorde secreto del rey David.

Lloré con tres. Esa, Elephant y I remember.

IV

Cuando terminó el concierto unos amigos me convencieron de acercarnos a la puerta de los camerinos para saludarlo o al menos verlo salir. Acepté. Había unas 15 o 20 personas también esperando. A los diez minutos salió, un par de morras le gritaron, le dijeron que lo amaban y le pidieron autógrafo y foto; él respondió: “no doy ni autógrafo ni foto”. La banda se agüitó, pensamos que iba a subirse a la camioneta y que ahí acababa (ya había leído yo en alguna parte que Damien Rice es un gran paréntesis; un ser extrañísimo al que no le gusta ni el mercado ni los focos) cuando de pronto le pasaron su guitarra, la tomó y nos pidieron movernos a una esquina al lado del teatro (se-los-pro-me-to). Caminamos detrás de él, siguiéndolo como discípulos; subimos la banqueta, lo rodeamos, se recargó contra la barda descarapelada, se colgó la guitarra, la afinó, y así, como si nada, como si cualquier cosa, nos cantó en plena calle media hora más a eso de las 12 pasadas.

(Bienaventurados nosotros, los más grandes bastardos).

Cantó unas cuantas que no entraron en el setlist (I don’t want to change you) y alguien le gritó después Famous Blue Raincoat. Pidió que pasaran a cantarla y un güey se me adelantó (no me agüité, igual no me iba a animar); se paró a su lado, hizo una imitación fea de Cohen y varias veces olvidó la letra; ahí me metí y la canté más bien arriba, haciéndole el paro con el coro que se le olvidaba (And Jane came by with a lock of your hair/ she said that you gave it to her/ that night that you planned to go clear). Damien me volteó a ver y ahí entré por primera vez en su radar. Me dio pena. Está hermoso el güey.

Después de esa Alex Ferreira (quien abrió su concierto y también lo siguió hasta la esquina) tomó la guitarra y cantó It Ain’t Me Babe (Damien estaba sentado en el suelo, borracho y cansado). Pasó lo mismo: en algún punto olvidó la letra y volteaba hacia los que estábamos, buscando quién le aventara los inicios de estrofas para seguirle porque la memoria lo había traicionado. Me volví a animar y empecé a cantarla entre hombros (ahí atrasito, escondido por ahí: You say you’re lookin’ for someone/ to pick you up each time you fall/ to gather flowers constantly), y en algún punto Alex ya no la estaba cantando, solo yo; se la arrebaté, era más mía que suya y la reclamé. Damien, que estaba escuchando con la mirada abajo, hacia la banqueta, la levantó y empezó a buscar entre los 15 20 ahí; me volteó a ver, me halló detrás de tres y me dijo “you’re good”, o eso creo.

V

Alex Ferreira gritó que ya se tenían que ir a México. El círculo se deshizo. Le volvieron a pedir fotos, volvió a decir que no. Cada cual se fue. Lo abracé, le dije que lo quería. Olía a rompope.

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sobre el autor

Lázaro Cristóbal Comala

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