T R I X I E T A N G

T R I X I E   T A N G

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Ésta es la historia de una chica que no es de nadie. Lo que ven sus ojos no lo ven otros ojos. Camina pero no deja marca de polvo; y dice muchas cosas, que a veces son ciertas.

Un martes cualquiera empezaron a insinuársele más de lo normal. Los fantoches le paraban mucho la trompa y los solterones le recitaban poemas más horribles de lo normal.

El miércoles sufrió tres intentos de rapto, las suelas de los zapatos de baile le confesaron que la extrañaban y hasta los perros querían verle sus braguitas.

Para el jueves, reyes del lejano oriente negociaban islas enteras por su mano y mujeres heterosexuales se ponían bigote para no sentirse tan extrañas por desear besarla.

El viernes ya estaba muy intrigada.

Contrató gatos y un detective ciego para encontrar el origen de tanta fascinación. Lo único fuera de lo normal era el cambio de dieta: Desde esa semana había empezado a comer más. Tras descartar teorías extraterrestres y de exposición a radiactividad, llegaron a la conclusión de que cuanto más comiera, más guapa se pondría.

Presa de su vanidad, se sintió muy orgullosa de su superpoder, pensando que entonces su belleza no tendría límites; entonces empezó a cargar con bolsas de galletas y frutos rojos a todos lugares donde iba. Incluso el baño.

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A cada mordida, sus ojos se avellanaban. Con cada bocado, se hacían más largas sus piernas. El té de las once convirtió sus labios en algo totalmente imposible. Y comió y comió.

Pero una quincena después, ya era demasiado guapa. Irreversible. Tanto que daba miedo. Atrofiando las mejores autoestimas, ya ningún ser vivo se le acercaba por miedo a ser reducido a nada… Y como la soledad es un comediante de humor negro, la chica empezó a sentirse maldita.

Convencida de revertir la situación, optó por no comer más. Y aunque su preciosidad ya no aumentaba, tampoco cedía… El hambre empezó a hacer acto de presencia y no quedó otra más que volverse loca.

Otro miércoles cualquiera, ya no quiso estar sola ni tener hambre. Entonces se comió a sí misma… Y le supo muy bien, porque ya saben, estaba muy guapa.

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Joe

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