Plumas de Caballo

Plumas de Caballo

No hubo una relación directa entre el movimiento estudiantil de 1968 y los grupos nacionales de rock. De hecho, no hubo relación alguna. La vinculación fue nula y las causas venían de ambas partes. Por un lado, los estudiantes que participaban en el movimiento eran, en su mayoría, gente proveniente de la izquierda, esa izquierda que consideraba al rock y al jipismo como productos derivados del imperialismo yanqui, al cual había que combatir, etc. Era un izquierdismo esquemático que pensaba que el rock sólo servía para enajenar y manipular a la juventud y para quitarle así el impulso revolucionario connatural –pensaban– a los jóvenes.

La mayor parte de aquellos estudiantes escuchaba otra clase de música: las canciones de la guerra civil española, las canciones de la revolución cubana, la chanson française, la llamada canción de protesta y, muy incipientemente aún, la música que venía de los países del cono sur americano. Si acaso, algunos oían el folk de Woody Guthrie, Joan Báez y Bob Dylan. Pero el rock estaba casi prohibido. No en balde, Carlos Monsiváis soltó por aquellos días su famosa y desafortunada frase acerca de los roqueros mexicanos, a quienes calificó como “la primera generación de norteamericanos nacidos en México”.

Por su lado, los jipitecas y los roqueros no sólo estaban muy poco politizados, sino que rechazaban a la política y pensaban que la solución a todos los problemas del mundo estaba en la música, el arte, las comunas, la doctrina de la paz y el amor y la iluminación que daban la marihuana, los hongos alucinógenos, el peyote y el LSD. El aliviane como remedio a los males de la humanidad.

Tal vez lo único que relacionó al movimiento estudiantil y al rock que se hacía en México en 1968 fue el odio que por ambos profesaba Gustavo Díaz Ordaz. Como su hijo Alfredo era un roquero empedernido que hasta grabó algunos discos bajo el seudónimo de Al Borgia (¿?) y llegó a meter al mismísimo Jim Morrison a un salón de Los Pinos para celebrar ahí una fiesta, el siniestro expresidente aborrecía a los escandalosos greñudos jipitecas como a los combativos universitarios y politécnicos que pusieron en duda su autoridad. Por eso los reprimió a ambos.

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sobre el autor

Hugo García Michel

De formación autodidacta, Hugo García Michel (Tlalpan, DF, 1955) conoció y aprendió el oficio del trabajo editorial en la práctica misma, cuando entró a laborar a Editorial Posada en 1979, como redactor y corrector de estilo de la revista Natura. Al poco tiempo se convirtió en Jefe de Redacción de la misma publicación y fue su Director en dos periodos diferentes: 1980-1982 y 1986-1988. En el ínterin (1982-1986), colaboró en los diarios unomásuno, La Jornada y El Periódico de México, así como en diversas revistas de todo tipo, desde culturales y de espectáculos hasta de información pesquera y de orientación al consumidor. Fue Secretario de Redacción de la revista cultural Coatlicue (editada por el ISSSTE y dirigida por el poeta Sergio Mondragón) en 1982. Colaborador durante seis años de la sección cultural de El Financiero con su columna semanal “Bajo Presupuesto” (1991-1997), desde 1994 y hasta 2008 fue director de la revista de rock La Mosca en la Pared. Dirigió y editó, asimismo, los Especiales de La Mosca (2004 a 2008), magazines monográficos dedicados a grupos y solistas específicos (Nirvana, Metallica, The Cure, Pearl Jam, Bob Dylan, Led Zeppelin, The Beatles, The Rolling Stones, The Who, The Kinks, Jimi Hendrix, etcetera). Es autor de los libros Más allá de Laguna Verde (Editorial Posada, 1987) –investigación periodística sobre la planta nuclear veracruzana y el movimiento político ecologista que se oponía a la misma en los años ochenta–, la novela Matar por Ángela (Editorial Sansores y Aljure, 1998, reeditada en 2015 por la editorial Lectorum), Cerca del precipicio (recopilación de diversas reseñas de discos clásicos de rock publicada por el diario El Financiero) y la novela Emiliano (Ediciones Beso francés, 2017), su primera incursión en la novelística de la revolución mexicana. También es autor de los libros de entrevistas Rock bajo palabra y Razón de la crítica impura, así como de la novela La suerte de los feos, los tres aún inéditos. Hasta agosto de 2018 colaboraba (desde enero de 2000) en Milenio Diario con las columnas “Cámara húngara” (de temas políticos) y “Gajes del orificio” (de temas musicales), además de escribir diversos artículos, sobre todo culturales, para diferentes secciones y suplementos del mismo periódico). Ex colaborado de las revistas Marvin y Este país, hoy día coordina “Acordes y desacordes”, el sitio de música de la revista Nexos, y escribe los blogs El rojo y el negro y Gajes del orificio (y otros hoyos).

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