Capítulo 6
La premura incompetente de los chicos al amarla hacía evidente su completa inexperiencia en la manera de abordar a una mujer, y ponía de manifiesto su egoísmo al ocuparse solamente en dejar satisfecho su propio deseo. Era por eso que, al momento de aceptar un nuevo encuentro, aquella chica mantuviera la esperanza de encontrar en otro cuerpo una presencia que lograra llenar a su propio vacío.
Pero era en vano.
El vigor de aquellos jóvenes amantes recordaba a la inquietud de un animal antes de ser domesticado, desbocado en el despliegue de su entrega e ignorante de que el modo de rendir a un cuerpo ajeno no radica en rapidez ni en aspavientos.
Parecía que el proceder de aquellos chicos inexpertos pretendía dejar en claro que eran dignos de ese vértigo carente de sentido y dirección que parecía marcar al curso de esos días en que la década iniciaba, agitados por los vientos de un cambio que intentaba explicarse a su origen y fin.
En aquellos instantes, ante la mente de Victoria, ya de siempre acostumbrada a analizar las apariencias de su entorno, desfilaban las deudas pendientes del cambio de siglo, encarnadas en los cuerpos de los chicos que lograban despertar a su deseo sin doblegar su voluntad; y solamente al aceptarse seducida por la ambigua expectativa que rodeaba a la inquietud que precedía a una nueva entrega, podía ver saciada al ansia perseguida por su cuerpo desde el día en que decidió hacerse mujer.