Make Kanye Great Again

Make Kanye Great Again

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Existen cosas que un gran sector de la opinión pública en Internet desea: el final de las campañas electorales, ser patrocinados por una marca, que se acabe la opresión de clase ejercida por el capital… Y aunque usted no lo crea, antes del quince de abril, un porcentaje considerable deseaba que Kanye West volviese a Twitter: algunos por admiración, otros para alimentar su necesidad de odiar algo, y varios más, porque les hacía falta un recordatorio de lo absurda que puede ser la naturaleza humana. Tal vez pueda incluirme en las tres categorías.

Qué equivocados estaba(amos).

West regresó para desbaratar el legado de una cuenta capaz de tomar la carrera de Wiz Khalifa y hacerla pedazos en veinte tuits. Al principio no entendimos el problema que teníamos frente a nosotros, básicamente porque las renacidas publicaciones de Kanye parecían tan punzantes –y al mismo tiempo tan inofensivas- como aquellas de antaño. Yeezy nos hizo creer que había vuelto en su versión más prolífica cuando salió a mostrar los avances de su colección de ropa y las ideas preliminares de lo que él pretende, se convertirá en un libro sobre filosofía, su filosofía. Pero el paso de los días causó ruptura en la ilusión. Aparecieron los comentarios que defendían a Donald Trump. Se comparaba con él, lo definía como un pensador libre. Hasta el acabose: la entrevista en TMZ donde aseveró que 400 años de esclavitud habían sido una decisión.

El icono cayó en nuestro turno y no hubo manera de evitarlo.

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En realidad, nunca ignoramos el ego desenfrenado de West, ni la naturaleza voluble de sus declaraciones; incluso llegamos a respetar sus visiones utópicas sobre la industria. Porque a diferencia de personajes como Eddie Murphy o el propio Jay-Z, Kanye supo erigirse como el gran hito pop afroamericano del s. XXI sin tener que volverse un oportunista de su propia cultura. Y lo definimos como una inspiración: no como caudillo de la revolución, sino como referencia de todo aquello que podríamos lograr sin importar nuestro origen, nuestro contexto o nuestro color de piel.

Pero nada pasa por casualidad. En medio de todo el devenir ideológico en el que se fue envolviendo, el rapero de Chicago también fue anunciando las fechas en las que publicaría sus nuevos proyectos musicales. Y a pesar de haberlo ‘’cancelado’’, no pudimos lidiar con la pasión. Confirmamos la esencia de todo aquello que rodea a Yeezy: la correlación ineludible entre el amor y el odio.

Pusimos atención, validando eso que convirtió al showman en presidente de los Estados Unidos: el desprecio es una de las campañas publicitarias más efectivas.

A lo largo del último mes, Kanye West publicó varios discos, uno y medio a título personal; tres y medio, con la fuerza de un co-protagonista. El concepto técnico se definió de manera muy clara: cinco placas de siete canciones –excepto K.T.S.E de Teyana Taylor- y menos de treinta minutos de duración. A pesar de que la
presencia de sus interlocutores resulta ser muy explícita, la dirección creativa de Yeezy no pasa desapercibida.

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En términos de producción, las similitudes sonoras entre uno y otro nos remontan al minimalismo down-tempo de 808’s & Heartbreak y al soul futurista que caracterizó a The Life Of Pablo. El trabajo colaborativo con nombres recurrentes como Mike Dean, Noah Goldstein y Che Pope ofrece progresiones sutiles que justifican su solidez en los beats desoladores que construye Louis Vuitton Don desde las consolas. La propuesta es tan homogénea, que sin importar el perfil que caracteriza a Kid Cudi, Teyana Teylor, NAS y Pusha T, los cinco álbumes parecen fragmentos de un solo concepto. La duración fugaz de Daytona, Ye’, Kids See Ghost, Nasir y K.T.S.E no es impedimento para expresar la soledad ambiental en la que se construyeron. Sin embargo, la frialdad musical que distingue a esta nueva etapa, resulta en lapsos parcos y monótonos que disminuyen la calidad ecléctica que Mr. West y su séquito nos ofrecieron a lo largo de toda una discografía. La mala gestión de los silencios, sumado al abuso de recursos como el coro multi-voz nos ponen frente a varias canciones prescindibles en el repertorio de Kanye.

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Líricamente, los discos sólo se salvan gracias a la intervención de sus colaboradores. Principalmente en Ye y Kids See Ghost, las aportaciones de West evidencian las consecuencias de aquella crisis nerviosa que sufrió durante el Saint Pablo tour; el problema, es que más allá de exhibirlas con la crudeza y el ritmo narrativo que ha ido desarrollando con el paso del tiempo, opta por líneas más cercanas a bromas de standup norteamericano que a un disco de Hip Hop:

“I love your titties ’cause they prove I can focus on two things at once”
“I say ‘slavery a choice’ / They say ‘How, ‘Ye?’/ Just imagine if they caught me on a
wild day”

En esa misma tónica, Ye tiene una de las canciones más incómodas en la carrera de West. Los miedos de Kanye respecto al futuro de sus hijas son expuestos de forma mórbida, llena de arrepentimientos:

Niggas is savage, niggas is monsters
Niggas is pimps, niggas is players
‘Til niggas have daughters, now they precautious
Father, forgive me, I’m scared of the karma

Aunque también hay curvas ascendentes. La consolidación de 070 Shake como escritora se convierte en toda una experiencia. Sus hooks en tres de los cinco discos nos exponen a una mujer de rimas estruendosas, ganándose con toda ley un lugar en el equipo clásico de Kanye. Por su parte, las labores de Pusha T y Ty Dolla $ign son fundamentales para convertir Daytona en una de las placas más sobresalientes de la colección. Por desgracia, no podemos decir lo mismo de Nas. A estas alturas, ya nadie cuestiona su posición como leyenda; sin embargo, Nasir evidencia el desgaste en los recursos líricos del autor de obras maestras como It Was Written, tanto que recorremos pasajes en los que se vuelve sencillamente aburrido.

Mención aparte merece K.T.S.E con Teyana Taylor como gran protagonista. Acrónimo Keep The Same Energy, la artista multidisciplinaria es la única entre Pusha T, Kid Cudi y Nas que logró equilibrar el poder creativo de su disco. En tan sólo 21 minutos, la Teyana logra llevar su voz a lugares jamás recorridos. Al nivel de Sza, Khelani y Kelela, K.T.S.E se prepara para entrar en los rankings a lo mejor del año.

Al hacer un balance, podríamos ubicar las cinco placas en tres categorías de calidad distintas: Keep The Same Energy y Daytona como los grandes representantes de esta etapa de Yeezy; Ye y Kids See Ghost ubicándose como una dupla inconsistente en todos los niveles; para finalmente llegar lo decepcionante que puede sonar Nasir en la debacle de Nas. Es importante señalar que estamos viviendo uno de los periodos más productivos de Kanye West; pero a su vez, uno de los más secos en cuanto a variantes sonoras se refiere.

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Ahora llegamos al cuestionamiento importante: ¿Debemos seguir escuchando la música de Kanye West a pesar de sus opiniones sociopolíticas? Esta pluma dice que sí. Porque Yeezy seguirá siendo un eje trascendental de la cultura contemporánea y es necesario matizar la crítica para abordarle desde todas las perspectivas. Aunque algo es seguro: debemos delimitar procesos más cuidadosos para nombrar a nuestros genios… Ubicar dónde termina el artista y dónde es que inicia el imbécil.

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sobre el autor

Ernesto Cruz Yañez

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