El Parto Universal de Nebular
Volteamos los ojos hacia la bóveda negra del cielo nocturno y en cuanto vemos con atención, nos percatamos que su negrura lo es solo en apariencia. La luz, como manchas y gotas de un pincel caprichoso y desordenado, salpica nuestros ojos. Nos asomamos a la eternidad, furtivos y maravillados con una geometría que apenas intuimos. Pequeños y cautivos desde nuestra diminuta esfera, nos reconocemos como una parte ínfima de ese tejido estelar que se abre ante nosotros y una extraña mezcla de melancolía y regocijo se instala poco a poco en nuestra esencia. Cierro los ojos, recostado sobre el pasto, esperando “ver” con otros sentidos, escuchar de otra forma. Y hago que mi cuerpo, como una antena, intente barrer el espacio en busca de un mensaje que desconozco y que ansío encontrar.
Y es esa búsqueda constante de nuestro lugar en la vastedad del cosmos la que permea a lo largo de los 10 temas de El Parto Universal, de Nebular. Grabado entre 2015 y 2017, este disco es la opera prima de una banda que promete dar gratas sorpresas en un futuro no muy distante. Formada en Buenos Aires Argentina por Alfonso Beuter (Voz y sintetizadores), Mat Arib (Guitarra, voz), Diego O´Ring (Bajo) e Iván Aurelio (batería), Nebular transita por los senderos de un rock experimental, psicodélico y alternativo. El enigmático y repetitivo sampleo en La Tierra Hueca, es el preámbulo para el paseo sonoro que se ha de emprender en Hacia el Cosmos, un corte que me recordó inmediatamente a Mi pequeña Muerte, otros argentinos que son expertos en crear hermosas canciones que se adhieren a la memoria.
“En el arte de soñar hay sombras que no se revelaran…” me parece una línea inicial preciosa, que arropada con el preciso y elegante baile de bajo y batería, se fortalece y toma resonancia. Mientras que en Acertijos hay una suave reminiscencia garagera, que sin desgancharse del rock independiente de principios del siglo, es guiada hacia terrenos espaciales entre coros reverberantes y acordes de tintes esquizoides.
Para cuando comienza Oráculo, la distorsión en las guitarras y el guiño al rock noventero, me hacen seguir el ritmo con la cabeza. Y de nueva cuenta me hacenrecordar a una banda mexicana llamada Madam Bisturí, cuyo rastro perdí hace tiempo.
En De Sol a Sol, la irrupción de la batería concuerda con la contundencia del mensaje: “Basta de someter al análisis profundo toda emoción, quiero reconocer al milagro envuelto en cada fracción de tiempo…”; mientras el teclado enfatiza el circulo sonoro, que resuena trazando invisiblemente el símbolo de infinito, para al final, dejar hablar al universo en su lenguaje majestuoso y enigmático de ondas electromagnéticas. La voz monumental del todo. La voz que escuchamos sin comprender.
Y de nueva cuenta en Mil veces más, asoma la desesperante oscuridad, como un frío y agitado mar de nada que separa cada pequeña isla de luz e incita a despertar del sueño profundo y gélido; oscuridad que persiste en Fatalidad, un corte que a momentos se asemeja al sonido del Monster de REM y termina con una serie de sonidos electrónicos que crecen hasta formar un galimatías que se desvanece para dar paso a una pieza que planea sobre un paisaje cuasi King Crimsoniano.
Cellos sintetizados, secuencias y reverberación confluyen en Instantáneo, si acaso el tema del disco más emparentado con el rock independiente de mediados de los 2000, mientras que en Actrices se intercala un ritmo funky alternativo con tonalidades oscuras que rememoran a ese rock con acentuación en los sonidos de sintetizador que caracterizo a bandas como Caifanes o Soda Estéreo; a mi parecer, una canción que se queda dispersa.
El disco cierra con Rehén, un corte post punk donde de nueva cuenta son los sintetizadores los que llevan el peso de la melodía y que aun siendo un buen tema, creo que desperdicia un poco la oportunidad de lograr un final rotundo y contundente. De cualquier forma, el Parto Universal de Nebular es un debut que muestra el potencial de una banda que apuesta por un rock envuelto en psicodelia y que deambula por pasajes siderales sombríos y permanece en búsqueda constante de sonidos que vibren enraizados en el tejido del espacio-tiempo.
Abro los ojos lentamente. El pulso del agujero negro se ha desvanecido. Me doy cuenta que la bóveda negra que veía, era en realidad el manto -que ahora se torna rojizo- de mis parpados cerrados. Las supernovas, las galaxias y las nebulosas de colores que destellaban suavemente, estuvieron siempre en el interior de mis cuencas, cayendo a la velocidad de la luz por el túnel cósmico que conecta mis retinas con el tejido de clusters neuronales. Y entonces aparece la oración en mi cabeza, clara y fuerte: y es frecuente confundir el afuera con el adentro…
Mensaje recibido, Nebular.