El Ejecutor

El Ejecutor

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Sinned Nilsen alzó la mano y el cuchillo brillo en lo alto, los ojos de la pequeña Margot se cerraron; el miedo permeo el pequeño rostro de la niña, la fuerza del brazo movió el pesado cuchillo, el filo partió el aire y se encajo en la carne partiéndola de un solo golpe; la pequeña Margot giro el rostro en un gesto de dolor y se tapo la boca para no gritar mientras el carnicero movía el cuchillo con su pesada mano de a un lado a otro para sacarlo de la carne, una vez que lo logro, alzo la mano nuevamente en todo lo alto y sin hacer cruzar ningún pensamiento de arrepentimiento por su mente volvió a dejar caer el cuchillo. La pequeña Margot a pesar de no querer, volvió a abrir los ojos y volvió a mirar el mismo filo bajando a toda velocidad, se sintió mareada, casi a desmayar; afuera en la calle vacía ningún alma se escuchaba, ningún ruido chocaba con las ondas de sonido que salían del filo al golpear la madera después de atravesar la carne,  ningún perro ladraba, ningún zapato andando se dejaba oír, ningún silencioso susurro se escuchaba, solo la hoja de un cuchillo entrando y saliendo de una suave carne.

 

Una vez desmembrada  la carne Sinned  tomo los pedazos y los metió en una bolsa de plástico, la niña aun con los ojos cerrados trago saliva para evitar vomitar.

 

-Toma niña, un kilo de carne de cerdo, puedes llevárselo a tu abuela, dile que esta vez, la cuenta correo por mi parte.

 

La pequeña Margot tomo con asco la bolsa de plástico recordándose la promesa que se hizo de nunca comer volver a comer carne, después salió del lugar con dirección a su casa; “Esa es la ultima clienta” se dijo Sinned mientras salía a contemplar la vacía calle y la silueta de la niña alejándose, a paso lento -Parece cansada – Se dijo -Al parecer los niños también pueden cansarse de la vida -Concluyo, tomo la cortina metálica y jalo hacia abajo, el “Happy Roasted Meat” el mejor lugar de carne de cerdo de la ciudad había cerrado al público.

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Sinned Nilsen alzó la mano y el cuchillo brillo en lo alto, los ojos de la pequeña Margot se cerraron; el miedo permeo el pequeño rostro de la niña, la fuerza del brazo movió el pesado cuchillo, el filo partió el aire y se encajo en la carne partiéndola de un solo golpe; la pequeña Margot giro el rostro en un gesto de dolor y se tapo la boca para no gritar mientras el carnicero movía el cuchillo con su pesada mano de a un lado a otro para sacarlo de la carne, una vez que lo logro, alzo la mano nuevamente en todo lo alto y sin hacer cruzar ningún pensamiento de arrepentimiento por su mente volvió a dejar caer el cuchillo. La pequeña Margot a pesar de no querer, volvió a abrir los ojos y volvió a mirar el mismo filo bajando a toda velocidad, se sintió mareada, casi a desmayar; afuera en la calle vacía ningún alma se escuchaba, ningún ruido chocaba con las ondas de sonido que salían del filo al golpear la madera después de atravesar la carne,  ningún perro ladraba, ningún zapato andando se dejaba oír, ningún silencioso susurro se escuchaba, solo la hoja de un cuchillo entrando y saliendo de una suave carne.

 

Una vez desmembrada  la carne Sinned  tomo los pedazos y los metió en una bolsa de plástico, la niña aun con los ojos cerrados trago saliva para evitar vomitar.

 

-Toma niña, un kilo de carne de cerdo, puedes llevárselo a tu abuela, dile que esta vez, la cuenta correo por mi parte.

 

La pequeña Margot tomo con asco la bolsa de plástico recordándose la promesa que se hizo de nunca comer volver a comer carne, después salió del lugar con dirección a su casa; “Esa es la ultima clienta” se dijo Sinned mientras salía a contemplar la vacía calle y la silueta de la niña alejándose, a paso lento -Parece cansada – Se dijo -Al parecer los niños también pueden cansarse de la vida -Concluyo, tomo la cortina metálica y jalo hacia abajo, el “Happy Roasted Meat” el mejor lugar de carne de cerdo de la ciudad había cerrado al público.

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La noche trémula cayó sobre toda la ciudad, Sinned sintió el cansancio sobre los hombro,  pero estaba consciente de que la jornada aun era larga pues tenía que preparar la carne para el siguiente día; fue hasta el corral a ver a sus “mascotas” las cuales consistían en seis cerdos machos y ocho hembras, dos de ellas preñadas y tres más con lechones de buen tamaño, Atrajo a una de las cerdas con comida y la aparto de las demás junto con dos lechones, todos de la misma. Sus ojos descansaron un momento después de haber cerrado el corral adonde destinaba a aquellos animales que serian sacrificados para ser vendidos en pedazos al día siguiente, al apartarlos Sinned les daba las mejores frutas y les procuraba una buena comida, como un condenado a muerte que disfrutara de una cena elegante, su ultima cena.

Una vez dio de cenar a los condenados, entro a casa.

-Deberías descansar un poco – Dijo la esposa a Sinned en cuanto cruzo la puerta.

-Aun hay mucho por hacer amor mío, la jornada es dura pero  hay cuentas por pagar, dale de cenar a los niños, báñalos y llévalos a dormir, yo iré en cuanto termine.

-No olvides tomar tu medicina

-No lo olvidare.

Sinned miro por la ventana y puedo ver a la familia de cerdos que había escogido, un cerdo hembra con los muslos a reventar y dos lechones tiernos  que le hicieron pensar en sus hijos, un sentimiento extraño le invadió las entrañas.

-Sabes que- dijo a su esposa- Te tomare la palabra, descansare un poco mientras los niños cenan.

Los inocentes niños salieron de sus cuartos, bajaron las escaleras y se sentaron a la mesa después de escuchar el llamado de la esposa de Sinned.

Mientras Sinned miraba a sus hijos cenar, pensó en lo importantes que eran para él, en como su vida había cambiado después de que el doctor les había confirmado que serian gemelos, pensó en como abandono su antigua vida llena de excesos y de mujeres y como decidió poner aquella carnicería para intentar llenar a sus hijos de comodidades, pensó también el día en que los vio nacer, pensó en esa sensación de un amor tan grande que fue incluso incomprensible para él, pero fue una sensación que le confirmo que ese era el camino correcto. Al mirarlos moverse, tan pequeños y frágiles la primera vez que los tuvo en sus manos se dio cuenta que su vida había adquirido un significado, uno más grande que cualquiera que hubiese deseado nunca.

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Mientras Sinned iba pensando en lo mucho que amaba a su familia y en cuan feliz lo hacían sus parpados se cerraban lentamente; mientras la imagen de uno de los niños mordiendo el pan y sorbiendo la sopa que su esposa había puesto en la mesa se diluía entre pensamientos de gratitud su mente iba cayendo en la profundidad del sueño.

 

La noche corrió lenta y suave como un delfín.

 

A la media noche Sinned  despertó. Detrás de la ventana, más allá de la casa y de la ciudad misma  la luna había escondido su rostro brillante. Los nervios se le encresparon al ver el reloj. Confuso y adormilado corrió hacia el fondo de la casa, subió las escaleras y se dirigió a los corrales; llego hasta donde los pequeños cerdos dormían, tomo a uno de  los pequeños con cuidado procurando no despertar al otro y sobre todo no despertar a la madre, pues si esta se daba cuenta que se estaba llevando a uno de sus pequeños podía atacarlo y herirlo incluso de gravedad, algo que ya había experimentado en el pasado. De una mordida un cerdo puede arrancarte la carne de los huesos e incluso amputarte un dedo o si su hocico es tan grande y tu lo suficientemente estúpido amputarte la mano completa. Llevo al pequeño abajo, a la sala de ejecución, el último lugar donde el animal estaría vivo; Colocó al pequeño sobre la mesa que se encuentra una vez se pasa la puerta. Tomó a él “ejecutor” su compañero de matanza, un martillo con el mago rojo que ha usado desde que todo comenzó; el record de muerte en un cerdo después de haber sido golpeado por el ejecutor era de veinticinco segundos, esta noche sentía que batiría ese record, pues se sentía extraño, solo pudo describirlo como “excitado y soñoliento”. Miro al pequeño cerdo en la mesa, aun dormido pues lo había bajado con sumo cuidado, iba a proceder con su ritual, aquel donde hace una oración y pasa diez minutos con el animal en silencio como señal de respeto antes de presentarlo ante el ejecutor -Pero esta noche no hay tiempo-  se dijo -Es demasiado tarde, no debí haberme quedado dormido, si no me salto el ritual no podre abrí a tiempo -Lo que significaba que se retrasaría con las entregas y eso molestaría a algunos asiduos clientes quienes tenían, al igual que el, una rutina religiosa para la apertura de sus negocios y en once años el “Happy Roasted Meat”  no había entregado tarde la carne a sus clientes ni una sola vez -discúlpame pequeñín, tendrás que sufrir un poco más que tus compatriotas que han estado aquí –  Tomo uno de sus cuchillos especiales, los cuales estaban tan afilados que había que tener cuidado pues podían cortar la carne como si fuese papel. Mientras el pequeño animal se retorcía por el beso que el ejecutor le había atizado hace unos segundos; Sinned enterró el cuchillo en la parte baja de la pierna del pequeño animal y  sintió bajo su mano aferrada al cuchillo el movimiento desesperado del animal; giro el cuchillo y abrió la piel alrededor de la pierna en un circulo perfecto para después hacer lo mismo con cada una de las patas del miserable pequeñuelo, después de un solo corte trazo una línea hacia el centro de el estomago rajo el abdomen para unirlo con los cortes que había trazado; jalo la piel y de un solo tirón le arranco toda la piel a el desdichado; el pequeño grito de desesperación mientras el hombre lo agarraba con fuerza y lo ensartaba a los ganchos que tenia detrás de la mesa para poder colgarlo y dejarlo desangrar de cabeza antes de ponerle la salsa especial de la casa, el secreto de todo el éxito de Sinned y de su imperio “Happy Roasted Meat”. Cuando subió por el otro animalillo se percato de que el pequeño  temblaba “parece saber su destino” se dijo Sinned, así que lo tomo de una pata y lo saco de un rápido movimiento para después tapar su hocico con una mano y así evitar que gritara y la madre despertara. Una vez en la sala de ejecución  procedió de manera diferente, primero rajo el abdomen y después abrió las patas para dejarlo colgado junto al otro animalillo, Sinned sintió que el ejecutor, su martillo había quedado con sed de un golpe más pues o había tocado a el ultimo animal que trajo; Sinned giro el rostro mientras miraba fijamente a el ejecutor- Te prometo que la más grande será tuya -Y Sinned sintió como si el martillo le sonriera en señal de complicidad.

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– Bien, ahora la parte más difícil –  se dijo una vez que termino de ensalzar a los dos lechones – tomo a el ejecutor hasta ponerlo muy cerca de su rostro y le susurro- es hora de divertirte amigo.

 

Con el martillo en las manos Sinned subió hasta el lugar donde estaba la madre; camino sigiloso, aun mas que con los pequeños, pues sintió miedo de que ella de alguna manera, percibiera sus intenciones mientras dormía; alzó al ejecutor lo más alto que pudo y con todas sus fuerzas lo dejo caer sobre la cabeza de la madre, el golpe, fue tan fuerte que el martillo pareció  quebrarse al contacto con el cráneo; la madre había ido a dormir y jamás despertó; una vez se percato que el animal no reaccionaria Sinned decidió cortarla ahí mismo puesto que no podría cargar con todo el animal, decidió cortar primero la cabeza, para evitar que despertara si es que el golpe no había sido tan fuerte como el había creído, puesto que mientras el tiempo pasaba el se sentía mas cansado y mas adormilado, la frente le sudaba y sentía una excitación extraña que combinada con su somnolencia lo hacía sentir como en otra realidad -Otro día de rutina, otra vez, matar y matar -un acto que había repetido casi todos los días durante once años; partió la carne con poco cuidado mientras los otros cerdos comenzaban a sentirse nerviosos por el ruido, después bajo los pedazos uno a uno para sujetarlo con los ganchos y colgarlos junto a los dos animales que ya estaban muertos; cuando termino la laboriosa acción, se encontraba ya sin fuerzas, había tardado más de seis horas en contemplar aquella labor, “casi amanece, maldita sea” pensó, mientras una bruma extraña invadía su mente, su cerebro y sus pensamientos lo cual atribuyo al cansancio; decidió dormir durante una o dos horas en el sofá,  lo suficiente para recuperar sus fuerzas y abrir la cortina metálica del “Happy Roasted Meat”- La medicina, maldición, olvide tomarla- se dijo y fue rápidamente a la cocina, al estante especial donde guardaba los frascos de Risperidona bajo llave.

 

El frasco, de donde sustrajo dos pastillas que ingirió con agua tenían una etiqueta pegada con una leyenda escrita a mano que decía: anti psicótico. 

 

Después, fue a dormir tranquilamente…

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Los ojos se despegaron con esfuerzo y  se abrieron lentamente permitiéndole a la luz entrar a la pupila que registro las imágenes  y las envío al cerebro para que este pudiera interpretarlas dando paso así a una realidad donde el sol se encontraba ya a un cuarto del cielo.

– Por dios, me he quedado dormido – se dijo Sinned que comenzó a gritarle a su esposa, quien no contestaba.

– maldita sea, hoy no tomare el baño, es demasiado tarde, seguro los clientes deben estar furiosos,  espero no sean canceladas las malditas entregas para hoy, maldición, maldición – se repetía en la cabeza mientras caminaba con paso apresurado a la bodega, para recoger la carne que ya debía estar lista.

La puerta se abrió con la fuerza de su brazo y un fuego eléctrico le recorrió la piel, vagos recuerdos golpearon su mente de súbito, el hombre cayó de rodillas, derrotado, mas confundido que nunca, con un dolor tan inmenso que sintió que el pecho se le abría  de un solo golpe y el dolor que de ahí nacía  lo tragaba por completo.

En los ganchos, colgados boca abajo, se encontraba su familia; los dos niños sin piel, la madre cortada en pedazos, mientras un par de ojos ya sin vida le miraban fríamente -La medicina, la maldita medicina, debí tomarla antes-  se dijo mientras las gotas de sangre caían y se acumulaban en un charco por debajo de las tres razones por las cuales se levantaba cada día y por los cuales, once años antes no se había disparado en la cabeza.

Recordó que para llegar al corral no había que subir ningunas escaleras y lo supo: la noche anterior, había subido al cuarto donde él y su esposa dormían, a veces con sus hijos y aquella noche, ellos estaban ahí y los mato, para luego arrancarles la piel a los  pequeños mientras estaban vivos y después decapitar a su esposa.

Las lágrimas recorrían su rostro retorcido, el corazón le palpitaba, pero él deseaba que se detuviera, el sol brillaba, pero él deseaba que explotara y consumiera con ello la galaxia misma, sus manos aun podían moverse, pero él deseaba que una noche antes, no lo hubiesen hecho.

Al fondo de la casa, en el corral, los pequeños lechones habían despertado  y jugueteaban empujándose con la trompa felizmente junto a su madre que los miraba con ojos profundos, con ojos que denotaban un amor animal hacia sus crías ya crecidas.

El ejecutor un cuento de Ted R. Baeil.

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sobre el autor

Eduardo Arreola

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