Vestigio
Lonjas pantagruélicas,
rebosando de avidez.
Un banquete kilométrico de seda
cachemira
damasco
lamé.
Se aproxima
la mujer de los mil pasos,
nunca recorridos.
De los latigazos,
Siempre propinados.
Uno es meramente infeliz,
mientras el otro goza de ponerle su vestido.
Ceguera
Mirar al sol,
nos deja ciegos,
dicen todos.
Cuán difícil es mirarte y sentir que,
tras reparar en el ámbar de tus ojos
seré un pequeño insecto
hundido,
petrificado.
Que tu savia
no es más que una toxina
que se escurre también
entre tus labios.
Una planta carnívora con las fauces abiertas y el instinto agudo.
Arena movediza,
corrosiva.
Estar ciego es no verte más.
Ciclo
Inhale,
succione,
aspire,
pase,
manténgalo en la garganta,
sople.
Llevo la ausencia anudada en la garganta,
un par de algas entre el bolsillo,
y la colilla a la que le contaste
tu más íntimo secreto
convertida en confesionario propio.
Inhala.
Recuerda las horas previas a la niebla.
Succiona.
Siente nauseas,
agitación.
Pasa.
Se levanta
-¿Es necesario irse?-.
Lo mantiene en la garganta.
Estira el tiempo,
se contiene.
Sopla.
Hace una pausa,
Abandona.
Todo lo que queda es la neblina
atascada. Entre tu pecho, mi espalda.