COACHELLA: El Tabulador de Nuestra Vejez

COACHELLA: El Tabulador de Nuestra Vejez

A veces desconozco cómo hacemos para agarrarle el ritmo al mundo. ¡A ESTE mundo! El de las dicotomías que rompen amistades y discusiones que, de uno u otro modo, terminan en bombardeos de notificaciones donde los afectados siempre son el celular y nuestra estabilidad emocional. Parece obvio atribuirlo a la necesidad de mantenernos en el juego; lo que no resulta tan obvio, es cómo esa necesidad por socializar se ha convertido en la urgencia por validar nuestro intelecto a través del número de likes que reciben los comentarios que publicamos. Tener la razón a toda costa, incluso si esa ‘’razón’’ es sustentada por las sensaciones de extraños con avatares de calaveras y personajes animados de los 90’s; pero no tanto por la realidad.

Antes de que esto se convierta en un ensayo sobre cómo la modernidad no hace más que fallarnos (Hola Matt Healy), me gustaría señalar el verdadero meollo del texto: el festival Coachella y las trifulcas que vinieron después de que se publicó el cartel para la edición 2019. El tema podría parecer una banalidad pero su debate tuvo particularidades que exhibieron polaridades definitivas: la muerte del Rock, la consolidación del Reggaetón, el extravío de ciertas leyendas y la conformación de otras; las implicaciones políticas de quien lo organiza y hasta las culpas que debe asumir por ser un perpetrador de la industria. Además –claro- del miedo a darnos cuenta que aquello que creíamos cool, tal vez ya no lo es tanto.

En fin, primero tendríamos que establecer que Coachella no es el mejor festival del mundo; sin embargo, es el de mayor impacto mediático, al grado de ser nuestra primera referencia cuando los otros festivales veraniegos se pronuncian. Después, el cartel:

Si queremos desglosar el esqueleto de Coachella 2019, antes tenemos que considerar que la curaduría de un festival depende de tres aspectos fundamentales: su esencia, la actividad de bandas/artistas y la logística. Con estos datos, pasemos al análisis.

 

LA ESENCIA DE COACHELLA

Para quienes siguen los movimientos del evento norteamericano desde su primera edición en 1999, las programaciones de la edición 2018 y la que se realizará el abril venidero representan varios cambios respecto al perfil de propuesta que generalmente veíamos en sus escenarios. El primer razonamiento de muchos fue que Coachella se estaba alejando de su naturaleza como un show de ‘’música alternativa’’ (generalmente Rock y sus derivados) si consideramos que por ahí han desfilado actos como Tool, Oasis, Björk, Radiohead, Paul McCartney, Daft Punk, Jay-Z entre muchos otros. La realidad es que Coachella está al servicio del mainstream y de aquello que su público esté escuchando en ese preciso año.

Ejemplo: ¿por qué las primeras ediciones estaban cargadas de Grunge y música electrónica? Porque ambas escenas estaban en su cúspide y tenían mucha presencia en las listas de popularidad. ¿Por qué el cartel de 2019 tiene una mayoría de artistas R&B, Funk y Hip Hop? Exactamente por lo mismo: los sonidos afroamericanos tienen un nuevo auge y su impacto es palpable.

Entre todas las polémicas, hubo algunos artistas que causaron más ruido que el resto: Ariana Grande como headliner, la inclusión de Reggaetón con la presencia de J. Balvin, Bad Bunny y Bad Gyal; así como la aparición de BLACKPINK, una de las agrupaciones con más peso en el mundo del K-POP.

 

Acá las razones:

La posición de Ariana Grande responde al momento mediático por el que pasa: el lanzamiento de su álbum más referenciado hasta el momento y el abrumador éxito de su sencillo Thank u, next. A las mismas condiciones respondió la ubicación de The Weekend en 2018, Drake en 2015, Kanye West en 2011, Amy Winehouse en 2009 y Coldplay en 2005.

Por otra parte, los lugares que ocupa el Reggaetón son resultado de la curva ascendente en la que ha entrado; no sólo a niveles comerciales, también en términos de evolución artística. Vibras y X100PRE de J. Balvin y Bad Bunny respectivamente, se convirtieron en los primeros discos del género en recibir críticas favorables de la prensa especializada gracias a su construcción ecléctica que recorre los ritmos más importantes de la música latina. Además, la población hispanohablante que asiste al festival crece en cada edición y la organización quiere que ésta se afiance como una presencia frecuente.

Si hay una industria que disminuyó las barreras entre la cultura pop oriental y la occidental es el K-POP. Coachella aspira a convertirse en un evento que atraiga a todo tipo de públicos y establecer actos como BLACKPINK es un recurso ideal para eso.

LA ACTIVIDAD DE BANDAS/ARTISTAS

Sin duda alguna, este debe ser el año con menor presencia de lo que esencialmente llamamos Rock en la historia de Coachella, y esto no lleva a cuestionarnos: ¿qué tanto está produciendo el género como para no ser incluido en la programación de uno de los grandes eventos del año? Si volteamos a las listas de lo mejor del año creadas por reconocidos sitios como Pitchfork, The Guardian, Rolling Stone, la presencia del Rock es limitada y casi ninguna de sus producciones alcanzó los primeros lugares. Lo anterior resulta preocupante si recordamos que varios pesos pesados publicaron material en 2018 y su relevancia se vio muy disminuida.

Al poner en perspectiva el line-up, encontramos que las propuestas relacionadas al Rock con mejor posición son Tame Impala, The 1975, Mac DeMarco y Unkown Mortal Orchestra, esto llevó a que un sector del público se preguntase por las omisiones de actos como Arctic Monkeys, Interpol, Paul MaCartney y Mitski (misma que tuvo uno de los discos mejor evaluados del año pasado); y la razón de dichas ausencias es también la dirección por la que se ha decantado Coachella como una experiencia vertiginosa y de mucho espíritu carnavalesco. Por ejemplo, los ya mencionados Arctic Monkeys pintaban como el headliner ideal por el tamaño que han adquirido desde su primera aparición y porque nunca han encabezado el evento. Sin embargo, su más reciente disco planteó una faceta de la banda que un sector considerable de la opinión pública catalogó como ‘’aburrida’’, por lo que su aparición no se perfilaba tan ideal.

Este planteamiento no infiere que las bandas o artistas haciendo buenos discos en cualquiera de las variantes del Rock sean inexistentes. Aunque Coachella no tiene la última palabra, sí refleja que el público –por el momento- no se siente tan atraído por el género.

 

LA LOGÍSTICA

La actualidad de Coachella nos indica que el presupuesto para organizar un evento de esa magnitud no es problema para sus inversionistas. Dicho eso, tampoco podremos negar que siempre será más fácil convencer a una banda/artista que se encuentre de gira o en planes de nuevo disco y cuyo calendario le permita presentarse sin inconvenientes en los escenarios de Indio, California. Por el contrario, esas mismas circunstancias condicionan a los curadores y complican la aparición de actos –digamos- inactivos. Ejemplo: los siempre pedidos Daft Punk o el anhelado regreso de Oasis.

¿Y cuál es el punto de reflexionar sobre Coachella?

La idea de este texto no es enaltecer a Coachella, sino establecerlo como un parámetro que nos ayude a cambiar muchas de las ideas que tenemos sobre la música y lo que escuchamos. No es obligatorio sentir gusto por el Reggaetón, el Hip Hop y el K-PPOP, así como tampoco es forzoso odiar al Rock o al Pop y sus respectivos legados sobre la cultura popular. Básicamente porque las escenas son cíclicas y lo que hoy parece lo más propositivo, mañana no lo será y viceversa. En realidad, el punto de estas líneas es recordar que no existen malos o buenos géneros. Lo que sí existen son los buenos y los malos artistas, las buenas y las malas canciones. Al final, depende mucho del criterio de quien porta los audífonos y lo importante es expandir el horizonte de lo que escuchamos. También de eso se trata cuando decimos que la música es comunal y universal.

 

BONUS: RECOMENDACIONES PARA COACHELLA 2019

Aunque la asistencia a Coachella es inaccesible para la mayoría, una de las grandes virtudes de su organización es la transmisión en vivo que ofrecen para el resto del mundo a través de Internet. Aquí algunas de mis recomendaciones:

Childish Gambino: Tras el reconocimiento que tuvo Awaken, My Love! en 2016, Donald Glover ha declarado que próximamente será el último álbum de Childish Gambino y con él, una gira de despedida que tendrá su parada obligada en el festival californiano. Llega a Coachella con un sonido más que maduro y se augura un show brutal.
Janelle Monae: La multifacética artista de Kansas nos entregó uno de los mejores discos del 2018 y su evolución musical ha alcanzado la exquisitez. La presentación que tendrá en el festival puede ser su consolidación como una de las grandes exponentes de nuestra generación.
The 1975: El concepto de su nuevo disco expandió las posibilidades de montaje para un show en vivo y lo que hemos visto en sus primeras presentaciones del año es espectacular. Para la banda inglesa es la oportunidad para mostrarse como la banda principal que todos los festivales desean.
Anderson Paak: Oxnard lo llevo a conjugar el Jazz y el Rap con su capacidad como instrumentista y sólo podemos esperar una ostentosa exhibición de su talento.
Los Tucanes de Tijuana: Las bandas guapachosas de México se están volviendo una tradición en Coachella. Y si los Ángeles Azules convirtieron ese club de golf en una fiesta, de Los Tucanes de Tijuana podemos esperar lo mismo.
Rosalía: La artista española creo uno de los mejores discos de la década y ahora, las expectativas de cómo transportará el concepto Malquerer a los grandes escenarios son altísimas. Momento clave para la música hispanohablante.
Solange: La última gira de la artista afroamericana fue sencillamente mágica. La ejecución en vivo de A Seat at the Table potenció las intenciones del álbum y todo parece indicar que Coachella será el lugar para que la hermana de Beyonce estrene material.
Kid Cudi: El 2018 representó el gran regreso del melancólico rapero. Su asociación con Kanye West nos enseñó que su talento se encuentra intacto y seguramente seremos testigos de un recorrido de lo mejor de su trayectoria.
J. Balvin: El Vibras Tour desplegó una estructura de ensueño para cualquiera y ahora es el turno de mostrarlo ante los reflectores más luminosos del mundo. Al igual que Rosalía, el show de Balvin en Coachella será determinante para el futuro del Reggaetón.
H.E.R: El R&B ha encontrado un punto cumbre en la voz de H.E.R y el espacio asignado en Coachella le quita presión para desarrollar un set delicioso..
Blood Orange: Negro Swan expuso las mejores habilidades de Devonté Hynes como instrumentista. Ahora, en Coachella, seremos testigos de su capacidad llevada al límite.
Kaytranada: El DJ y productor Kevin Celestine tuvo el mejor set en el Pitchfork Festival en París y se espera que replique en Coachella.
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sobre el autor

Ernesto Cruz Yañez

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