Jacinto

Jacinto

Anda Jacinto, ponte a cosechar algo. Ponte a cosechar arroz o ve a recoger guineos cerca de la ciénaga, que no ves que nos morimos y nos morimos jóvenes. Si no cosechamos, dígame dónde nos van a enterrar, ya no hay espacio entre tanto mutilado. Usted sabe que la tierra es de quien la cosecha y ese pedacito todo baldío que nos tocó, sólo nos ha servido para ver cómo vienen a descuartizan a los hombres y cómo se acrecientan las alimañas. Y si esos muertos no son nuestros, por qué tendrían que enterrarnos con ellos. La tierra, se dice, es nuestra, pero lo que pasa en ella es cuestión de otra gente. Hemos contado con la suerte de que todos los hombres le tienen miedo a los difuntos que se echan encima, por eso no vienen a sacarnos de aquí, porque parecemos ser los únicos que les gusta hablar con fantasmas. Creen que evitamos que les jalen las patas en la noche, pero usted sabe que nuestro convencimiento nunca ha llegado a pasar la puerta de esta choza y para cuando se den cuenta de ello quizá, por la gracia de un espanto vengador, vendrán a preguntar de quién es esta tierra y qué cara pondremos al decir que es nuestra. Si usted nunca ha cogido ese azadón para labrar la tierra.  Si sigue así, todo arrimado en esta casa, como si la fuerza de la vida le hubiese amarrado los huesos, pues vamos a terminar achacados antes de viejos, durmiendo más de la cuenta y pasando la vida apaciguando el hambre. Anda, échate un baño, no lo haces desde que mataste la última marrana y nos terminamos sus huesos hace tres días, aun tienes su sangre pintada en la ropa. Échate un baño que estoy cerca de confundirte con uno de esos espantos y sabes cuánto huyo de ellos. No me sigas tentando a irme por allá a Turbo, a buscar mejor fortuna, a largarme de aquí y dejarte morir solo. No siempre se huye de los soldados, a veces solo toca huir de un hombre que trae la desgracia de mil guerras. Anda, Jacinto, que estoy cansada de blandir los puchos de paja de un lado para el otro, que la comida no nos la regalan y que el amor que te tengo ya no me alcanza para tanto.

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sobre el autor

Ataly Rosse

Ataly Rosse. Bogotá, Colombia. 1998. Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central, Publicó su primer libro titulado Preludio en el 2017. Ha sido merecedora de otros reconocimientos de diversos programas culturales y otras publicaciones compartidas. En su camino de formación ha buscado generar una necesidad de creación frente a sus afines generacionales y ampliar su público lector a cualquier persona que sienta un interés en retratar y reconocer la aparente sencillez de la vida.

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