El Solsticio de Invierno, Muerte y Vida

El Solsticio de Invierno, Muerte y Vida

“Me elevo esta mañana bajo el halo de Saturno.
Cualquiera pensaría que he perdido, al amar y ser
amado, al odiar y ser odiado, todo dolor, todo hechizo,
mas tenía un corcel a mi árbol atado, lo he dejado ir,
ahora con Saturno como un niño he sido elevado, y no
por las mareas una piedra arrastrado…”

William Butler Yeats.

No hace mucho que honramos a la muerte antes de que la nieve cayera, lo hicimos hace unas cuantas lunas llenas cuando eran hojas de árboles las que caían y no copos de agua congelada. Todo lo que vimos en algún momento florecer desapareció, y más allá de la tristeza que esto pueda hacer vendibles un montón de vestidos, impermeables y poemas,  esto nos hace recordar los colores ante la belleza del gris y el crujir de las hojas secas; nos hace darnos cuenta de que muchos paraísos en realidad son paisajes desolados, y muchos paisajes desolados pueden ser paraísos; ese fue el rencuentro que nos regaló el otoño: el rencuentro con la vida.

Las ramas secas como brazos que tratan de alcanzar el cielo entre el frío nos anuncian las nevadas, ya sea tácitas o explícitas, y con ellas los silencios que el invierno aguarda.

No existe ningún ser imaginario que traiga regalos a aquellos que sigan las órdenes de un grupo de personas embotelladas, ya sean niños o adultos; el Sol está lejos y Saturno está cerca, ha venido a elevarnos como niños o arrastrarnos como piedras…

La nieve trae consigo la escasez de alimento y la bebida, aumenta la necesidad humana de  buscar otros corazones que palpiten y también el fuego que ilumine; sabemos que esto es natural, que las flores regresarán, y que no hay que celebrar el nacimiento de nada excepto el recuerdo de nuestra propia naturaleza más allá del engaño cruel que puede ser la cultura.

El Sol que se observa lejos como un infante siendo dado a luz por el movimiento de rotación, acercándose poco a poco y tímidamente, y Saturno que sin piedad nos eleva con las mareas a aquellos que decidamos dejar ir aquellos demonios que otrora nos ahogarían en ellas.

Una fogata es suficiente. La tribu se reúne para darse calor, todos son una frazada para todos, tanto corporal como espiritual, ahora que el Sol lejos está. Llegan los perdones y los rencuentros, no sólo con gente que ya se conocía sino con uno mismo y los demás: desconocidos; sin importar qué tan distintos seamos disfrazados de ser alguien, todos comemos, todos tenemos frío, todos amamos, todos odiamos y todos tememos…

Todos somos el mismo animal…

La cercanía con el frío y con la muerte revive el espíritu en la carne todavía trémula y nos pone a todo al mismo nivel; ese es el rencuentro que nos regala el invierno, el de nosotros mismos.

La fruta recolectada por todos se junta y con nuestras almas fermenta y se convierte en licor, necesario para el calor, para el dolor, para que seamos humanos con humanos más allá de ser demasiado o no demasiado humanos…

Los niños juegan y los adultos beben y charlan; brotan los tímidos poemas antes guardados y florecen las canciones y los amores antes mudos; mejillas sonrojadas, aliento visible con cada palabra. La tribu se acerca, es ahora un solo corazón que late y un depredador que descansa.

Junto con la tribu, la naturaleza también descansa y bebe un trago mientras espera el regreso del Sol renacido, como una bella y amorosa mujer lo esperará con tierra fértil y un vientre listo para dar vida de nuevo.

Cuando llegue la primavera, las flores serán los orgasmos y el calor los gemidos que sólo un amor separado puede provocar tras el frío…

Esto es el fin y el principio del año, desde que llega el otoño como un meteorito y dulcemente acaba con todo, hasta que llega el invierno y fríamente nos enseña la importancia del fuego y de la muerte para dar la vida, ya sea en muerte o en vida…

¿Se puede hablar de vida sin hablar de muerte?  ¿Se puede hablar de muerte sin hablar de vida?

Del mismo modo en que como una amorosa mujer espera el regreso del Sol tras los consejos duros de Saturno, el universo espera nuestro regreso tras los duros consejos de aquello que llamamos vida; no importa el bien o el mal que hayas hecho; siempre regresarás como lo hace el Sol, y es que si en estas noches de invierno observas las estrellas, sientes tus orejas frías, percibes el aliento visible en cada palabra, miras a los ojos de tu amada o la sangre en el hielo, a través de la historia derramada, más allá de la realidad verás lo mismo…

Un eterno rencuentro a gran escala, del todo, sin juicios, consigo mismo…

No existe ningún ser imaginario que traiga regalos a aquellos que sigan las órdenes de un grupo de personas embotelladas, ya sean niños o adultos; el Sol está lejos y Saturno está cerca, ha venido a elevarnos como niños o arrastrarnos como piedras…

Poema de Navidad

(Natividad)

Ha llegado la nevada con los silencios que aguarda…

De algún supuesto desconocido es esta cabaña, lo vi bebiendo vino alguna vez junto a su caballo en un camino de manzanos,

Toco la campana de la puerta, el clima es helado y hace mucho no hay animales que cazar ni frutas que recolectar,

Un completo desconocido que nos deja entrar a una habitación que con el humo de la chimenea elevándose hacia la noche de invierno, nos permite abandonar nuestro infierno,

Y encontrar aunque sea por un momento, aquello que nuestros corazones desean llamar hogar…

No hay otro motivo más allá de lo que se ve: frutas que todos los demás cuidadores de cabras trajeron para compartir durante estas noches de nevada, y los silencios que aguarda…

No existen seres imaginarios que traigan regalos cuando ya eres adulto, sólo personas reales que te traen nueva vida, nueva tinta,

O se han ido con el frío a morir lejos del recuerdo dejando heridas, aunque ninguna que el invierno no pueda curar…

¿Acaso en realidad somos desconocidos? ¿No es nuestra soledad compañera de todos por igual? ¿No somos en realidad nosotros la sombra que ella habita?

Una gabardina flotante abre la puerta y me invita a pasar, dentro se siente esa desgarradora calidez y esa extraña sensación que nuestra biología nos crea, junto con el impulso real de amar, y no de sólo vulgarmente, por razones vacías, socializar…

“El clima es helado y hace mucho no hay animales que cazar ni frutas que recolectar…”

Me dice la gabardina al flotar hacia dentro del hogar…

Me quito mi saco y dejo junto al perchero a mi compañera, mi soledad.

¿Acaso en realidad somos desconocidos? ¿No es nuestra soledad compañera de todos por igual? ¿No somos en realidad nosotros la sombra que ella habita?

Muchas de ellas están ahí, y nosotros como sombras flotamos brillando y reflejándonos gracias a la luz del fuego,

Un completo desconocido que nos deja entrar a una habitación que con el humo de la chimenea elevándose hacia la noche de invierno, nos permite abandonar nuestro infierno,

Y encontrar aunque sea por un momento, aquello que nuestros corazones desean llamar hogar…

La fruta que todos llevan es fermentada y colocada en una enorme jarra; es el néctar de la prosperidad: fruta guardada durante meses para este momento, en que nuestra soledad, aunque sea por un momento, en el perchero de puede colgar…

Poco a poco bajo la embriaguez de las palabras, la carne envinada y el ponche, las sombras comienzan a hablar; la gabardina flota en la esquina observándonos,

Un completo desconocido que nos deja a su habitación entrar.

Lo vi bebiendo vino alguna vez junto a su caballo en un camino de manzanos…

Los niños juegan, sombras dulces sin algo que dejar en el perchero, ellos no llevan abrigo, no le temen al invierno, saben que ellos viven una realidad y los adultos sólo un sueño…

No conocen el infierno…

Nosotros como sombras hablamos, amamos, matamos durante todo el año… Ahora brillamos junto al fuego…

Un completo desconocido que nos deja a su habitación entrar,

Como besos volados al viento flotamos…

Cada cuidador de cabras sabe que esto, como nada que existe, por largo tiempo va a durar, y también que sin ese fuego que eleva como humo nuestras almas por la chimenea hacia la noche de invierno, no podríamos brillar…

Y por una noche helada, con todo y los silencios que aguarda, vivir el invierno, y como niños realidades y no sueños…

Un completo desconocido que nos deja a su habitación entrar,

Lo vi bebiendo vino alguna vez junto a su caballo en un camino de manzanos…

¿Acaso en realidad somos desconocidos? ¿No es nuestra soledad compañera de todos por igual? ¿No somos en realidad nosotros la sombra que ella habita?

Tal vez es ella la que está viva, pero eso hoy no importa.

Hoy somos niños, dejamos la soledad en el perchero, y jugamos a que no hay realidad, sólo sueños,

Flotamos cerca del fuego, por lo menos una vez al año,

Un completo desconocido que nos deja a su habitación entrar,

Lo vi bebiendo vino alguna vez junto a su caballo en un camino de manzanos…

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sobre el autor

Xavier Bankimaro

Periodista, escritor y filósofo, y poeta.

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