El Jazz de Nica

El Jazz de Nica

[vc_row][vc_column][vc_row_inner css=”.vc_custom_1529608969537{background-color: #878787 !important;}”][vc_column_inner][vc_column_text]De parte del staff de Juguete Rabioso le damos nuestras más sinceras disculpas al autor Xavier Bankimaro por los inconvenientes que se pudieron causar.[/vc_column_text][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_empty_space height=”25″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”12301″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]

Pannonica Rotschild observando a Thelonius Monk inadvertido, cual niña jugando a las “escondidas”. Esta famosa fotografía fue tomada en el Five Spot, uno de los clubes de Jazz más importantes de Nueva York a finales de los años 50.

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Nota del autor:

El formato documental es imposible. Sin importar qué tanto lo intentemos, ya sea en texto o en video, el impasible e inconsciente espíritu narrativo del alma, del individuo, dejará su aroma subjetivo en su “documento”. Sólo los verdaderos protagonistas de las historias que documentamos y contamos vivieron dichas “realidades”.

Si bien, este artículo pretende documentar un momento histórico inherentemente romántico en la historia del Jazz, el cual debe ser difundido y hacerse perpetuo, de todos modos el Jazz tiene su fundamento en la improvisación, así que he decidido poner mis dedos impasibles en los pistones de mi computadora y contar una historia posible de contar, es decir…

Improvisar como se hace en la vida real y no crear un imposible documento.

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“Autumn Rhythms #28 – Jazz in New York” (Jackson Pollock, 1950)

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“No sé hacia dónde se dirige el Jazz, tal vez se dirige hacia el infierno, tal vez se dirige hacia el cielo. Trato de que vuele y llegue al cielo, de ahí que use un sombrero de aviador; voy piloteando el piano y mi música sólo dice ¡A volar! ¿Hacia dónde lo haga?, no lo sé, nadie lo sabe; nadie sabe a dónde se dirige cuando comienza a volar…”
Thelonius Monk.

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12 de Marzo de 1955, Un Ave Murió en Nueva York…

Es aproximadamente media noche en Nueva York; el lado B del disco de vinilo que llamamos día; lo opuesto al cenit, con diferentes torturas y diferentes dulzuras. Afuera, cae una improvisada y fuerte, aunque elegante lluvia, de esas que sólo se precipitan como notas de Jazz en la Big Apple. La lluvia no opaca las ondas sonoras que se precipitan como gotas de agua desde un acetato colocado bajo la aguja.

Charlie se sienta en el sofá. No puede hablar. Su estado es el de un saxofón oxidado, algo aparentemente imposible. Es un hombre de 33 años.

El ave muere en los brazos de Nica, mientras su acompañante la observa como un padre observa a su hija cuando la misma situación sucede; cuando de niños rescatamos un pájaro herido para curarlo y que este no vuela de nuevo…

Tocan desesperada y cacofónicamente la puerta de la lujosa suite donde ella radica cada vez que visita la capital del mundo. Nica apaga su cigarrillo en un bello cenicero comprado en París y va hacia ella con más curiosidad sólo para observar a Charlie enfermo, tosiendo, desafinado, con las alas rotas…

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Charlie “The Bird” Parker (1920-1955)

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Thelonius Monk, “El Piloto Aviador del Piano”; “El Beethoven del Jazz” (1920-1955)

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La Vida en Rosa…

Érase una vez, una niña de nombre Nica, amante de instrumentos, sonidos y juguetes ajenos a su monótono país, en el cual todo trataba de finanzas y lucro; de poder sobre el poder, más allá del mal y del bien.

Particularmente, esta niña curiosa e inteligente, había fijado su paladar en el saxofón y Esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad durante la verdadera América racista; esas notas musicales que saltaban al vacío una tras otra viviendo libres, y que irónicamente el mismísimo Adolf Hitler habría décadas después de colocar en la dimensión prohibida del ‘Arte Degenerado’, parecían, parafraseando a Jackson Pollock, darle sentido a todo ese caos que pretendemos sin conseguir ordenarlo a través de la religión, la ciencia y la más fútil de estas hermanas: la política.

Los afroamericanos tomaron instrumentos de banda de guerra y con improvisación, muy lejos de la maldad de una estrategia bélica, habían creado el Jazz.

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“¿Jazz?, cualquiera nacido en Nueva Orleans puede tocar eso, aún sin saber qué es o que lo está haciendo…”

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Louis “Satchmo” Armstrong.

Desde pequeña, Nica se había interesado en esta exótica y al mismo tiempo poderosa figura acústica.

Su padre, un miembro de la dinastía Rothschild le había inculcado valores ligeramente diferentes a los de cualquier poderoso reino de banqueros mundiales. La Primera Guerra Mundial, la prohibición, la Guerra de Independencia de Irlanda, La Gran Depresión y demás errores hicieron que Nica no creciera como cualquier niña rica, y cuando se hizo una mujer, una poderosa empresaria, seguía llevando consigo Esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad, esta vez elevada flagrante por los enfante terrible; esta vez en contra de la ocupación alemana en París durante la Segunda Guerra Mundial.

Boinas, pipas con tabaco y hachís, litros de cerveza y café, Jean-Paul Sartre, Albert Camus y su propio padre, quien si bien no hablaba de una manera tan extraña como ese hombre sumamente inteligente con un interesante ojo extraviado que parecía ver más allá de los demás o su hermosa mujer, hablaba de cómo la ocupación alemana era ya una cacofonía que debía ser afinada salvando a la madre Inglaterra y liberando a madre Francia.

En aquella época, filósofos y escritores en su mayoría existencialistas, se juntaban en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, particularmente en el Café de Flore a charlar, fumar, beber y por supuesto organizar la oposición ante la ocupación alemana. Por lo menos aquellos quienes por su estatus no eran perseguidos por la policía nazi y tenían que desahogarse bajo tierra literalmente, ya que se reunían en cafés improvisados en las alcantarillas por las madrugadas y salían al amanecer, razón por las que los alemanes les llamaban Hat Ratten (ratas con boina).

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El Café de Flore, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés en París. Es aquí donde se juntaban los escritores, filósofos y músicos de Jazz durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial.

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Existen muchas historias, todas supuestamente “documentadas”, sobre el cómo Pannonica de Koenigswater, esta hermosa mujer anglo-francesa y baronesa de la poderosa dinastía financiera Rothschild, se convirtió prácticamente en la Madame del Jazz; acerca del cómo conoció y se convirtió en una miembro más de un grupo de (en aquel entonces) músicos negros de Jazz de Nueva York; en Nica Monk.

¿Cómo es que Nica dejó su reino de joyas y entró al maravilloso país del Jazz?

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Kathleen Annie “Nica” Rothschild de Koenigswater (1912-1988)

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II – Nica en las Ciudades de las Maravillas.

La más obvia, para cualquiera que sabe un poco de Historia y siguiendo la Navaja de Ockham, es que la dinastía Rothschild, judíos y prácticamente dueños de los “Reinos de Londres, Nueva York y París”, eran apasionados luchadores contra la ocupación nazi y sin embargo tenían el estatus y por lo tanto el permiso de caminar por las calles de la ciudad de las gárgolas, incluyendo el famoso barrio del existencialismo y la música afroamericana.

Así, desde joven, Nica escuchó el Jazz y las atrevidas charlas de aquellos escritores; se sabe admiradora de Simone de Beauvoir y juliette Greco, aquella musa que inspiraba a los existencialistas al cantar Jazz sentada sensualmente en un piano de cola, con su bella voz y su vestido negro ceñido seduciendo a la audiencia.

New York! New York!

Nica se casa con Jules de Koenigswater en los últimos suspiros del año 1935. La noticia fue una de las primeras notas internacionales sensacionalistas de farándula, mucho antes de la explosión mediática que causara la televisión en los años 60, sin embargo la vida, como lo hace el Jazz, y ella se enlista en el Ejército de la Francia Libre como locutora de radio y decodificadora y su matrimonio, aún en pie, baila al ritmo de la guerra y de la pasión de Nica por el Jazz.

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Termina la guerra y el afamado matrimonio comienza una luna de miel que tomaría los ritmos de Sudáfrica, Noruega y hasta México. Se trataba de una pareja normal dadas las circunstancias de ser miembros de los dueños del mundo, sin embargo ella seguía llevando consigo esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad; de improvisación y poder, no el poder que le daban su apellido o su matrimonio, sino el poder que sintió como locutora en el Ejército de la Francia Libre, ese poder que se consigue con las notas más altas de la belleza y ligereza del SER por el SER y no aquel que pesa en los bolsillos y las manos sucias de una dinastía financiera.

Como mencioné antes, existen muchas historias, todas supuestamente “documentadas”, sobre el cómo Nica se convirtió prácticamente en la Madame del Jazz y tal vez en la única mujer blanca a la que alguna vez se le llamó Mama* (sin importar qué tanto lo haya intentado Janis Joplin); también hablamos de la más “obvia”, la cual es sólo un pequeño estándar fácil de tocar por cualquier escritor. Vayamos más allá de lo obvio; situémonos en la partitura del contexto e improvisemos, imaginemos. Nica es una mujer empoderada para su época, quien se encargaba de los negocios de la familia, estuvo en la Segunda Guerra Mundial, se enamoró de una cultura que no era suya y a diferencia del cisne de la parábola, ella sí abandonó el hermoso lago para conocer la fuerza del océano: ese poder que se consigue con las notas más altas de la belleza y ligereza del SER por el SER y no aquel que pesa en los bolsillos y las manos sucias de una dinastía financiera.

Me sorprende que las feministas modernas no le hayan hecho ya un altar, destruyendo la hermosa estatua que construyó de sí misma con el marfil de las teclas de un piano.

Como una mujer así, se las ingenió para mantenerse entre Nueva York y París “manejando los negocios de la familia” y conversando con los músicos de Jazz y los artistas y escritores de la época, todos llevando consigo esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad, ahora elevada flagrantemente todavía más alto por surrealistas, existencialistas y beatniks.

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*“Mama” es una expresión usada por la cultura afroamericana, particularmente en el Blues y el Jazz para referirse a la patrona, la mujer (matriarcal) más sensual y poderosa de la tribu

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“Y es entonces cuando lo supe, sin importar qué explicación pudiera darme un experto, un ingeniero acústico; el Jazz no existía ahí, no llegaría a él por más que destruyera el aparato. La música era nota tras nota y desaparecía nota tras nota; total y absoluta improvisación y por lo tanto total y absoluta libertad, si es que existe tal cosa. Deberíamos vivir como lo hace una nota de Jazz, con swing, sabiendo que de todos modos dejaremos de existir aunque si tenemos suerte, para los demás, en la historia, seguiremos siendo….”
Jean-Paul Sartre.

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He aquí mi historia, mi improvisación; Mi impasible relato, imposible documento…

Y delato el crimen del formato documental, como lo hizo ya Eloy Fernández Porta en su ensayo Hommo Sampler: documentamos y criticamos desde nuestro contexto y no desde el contexto de lo que estamos documentando, por ejemplo: mientras una chica americana ve a una sometida chica egipcia al ser obligada a cubrir su rostro y no mostrar su belleza, la chica egipcia ve en la chica americana a una mujer sin pudor y sin respeto por su cuerpo.

Las dinastías financieras, y mucho menos las judías no tienen ese contexto de amor y pasión al casarse (por lo menos no lo tenían hasta que supieron que podían explotarlo lucrativamente en comedias románticas y demás baratijas de Hollywood). Este concepto de amor y pasión es propio de las culturas latinas. Así que asumimos que Nica y Jules la llevaban bien, dentro de su contexto. Viajaban a la Ciudad de México cuando estaban de vacaciones o a veces a Los Ángeles, Sin embargo por alguna razón Nica siempre quería encargarse de los negocios en Nueva York, y a veces en Chicago y París…
Nica seguía llevando consigo esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad; de improvisación y poder, la cual tenía ahora un hasta mucho más alta y flagrante no el poder que le daban su apellido o su matrimonio, sino ese poder del que hablaba ya un loco alemán en el siglo XIX, antes de estos filósofos franceses con pipa y estos afroamericanos con saxofón; ese poder que se consigue con las notas más altas de la belleza y ligereza del SER por el SER.

Debía partir de la Ciudad de México a Nueva York, la capital del mundo; la capital del Jazz. Manejaría algunos negocios bajo las notas altas como estrellas del recién nacido Cool Jazz, pero de nuevo hubo una improvisación: Nica debía viajar a París y de ahí a Estocolmo para encontrarse con Jules.

Nica nunca llegó a Estocolmo.

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II – Nica en las Ciudades de las Maravillas.

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“Robbie’s Room” (Miles Davis, 1973)

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“¡Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo! ¡Ver pasados, letras, imágenes y futuros en un solo presente! Estoy convencido de que el Jazz es el perfecto escape poético ante la condición del mismo poeta, esa de ser todo el tiempo uno mismo: la ilusión de improvisación desenmascara esa misma ilusión de estar todos de acuerdo y en paz. El Jazz nos ayuda a descansar… A callar…”
Julio Cortázar.

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Jazz Alrededor de Media Noche…

Nica llega a París y, algo decepcionada se instala en una suite. Se asoma por el balcón y enciende un cigarrillo, una lágrima brota con cadencia por su mejilla, como si un ave muriera en sus brazos, no ahora, no después sino siempre, en el futuro.

La noche parisina es clara y la luna le sonríe en su cuarto menguante, los gatos cantan al unísono de los músicos de Jazz de París. Es casi media noche y antes de que su Rolls-Royce se convierta en calabaza tocan a la puerta.

Nica no se extraña, tiene muchos amigos y seguro uno de ellos vendrá con un maullido nuevo y hermoso en un acetato. Abre la puerta y en efecto el gato entra con su sonrisa desde el cielo. Esta sonrisa improvisada cambiaría la larga y hermosa nota que ha sido el Jazz desde los años 50…

Suena ‘Round Midnight’ bajo la aguja el vinilo interpreta los dedos de Thelonius Monk. Nica ha encontrado en el movimiento de esos dedos, en el baile de las notas de ese piano, su propia zapatilla de cristal.

Es una fría madrugada en el aeropuerto de Estocolmo y Nica nunca llega.

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Nica llega con el gato de la sonrisa y el vinilo a un bar en el afamado y a la vez infame Saint-Germain-des-Prés, pide una botella de vino y el hechizo del piano se mezcla con el humo de sus cigarrillos; en ese momento estalla todo aquello: Nica volvió a ser esa niña que tenía en las cuerdas de su alma esa música de América: bandera sonora de rebeldía y libertad; de improvisación y poder, y ahí, con Thelonius Monk piloteando el piano con un gorro de aviador de la Primera Guerra Mundial, ella voló, por primera vez no vio sólo el aeroplano…

Nica voló con las notas del piano de Monk como lo hiciera Wendy con aquel polvo de hadas de Peter Pan.

Ella se presentó por sí misma y él no sabía quién era ella, Como sucede con quienes estamos tan concentrados en elevarnos y trascender que no nos enteramos de los sinsentidos de la farándula.
Ambos salieron del barrio por las calles de París.

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Thelonius Monk y Nica Rothschild bajando del Rolls-Royce de ella, el cual gracias a Monk nunca se convirtió en calabaza. De fondo se logra apreciar el Five Spot, club de Jazz donde los músicos se reunían a beber y fumar de madrugada, y el cual da nombre a la novela After Dark de Haruki Murakami.

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Esta nota improvisada en la historia, una nota alta; un sofisma perfecto, un retruécano que tanto Miles Davis como Albert Camus podrían envidiar. La pasión de dos razas, de dos diferentes sexos que elevó dichas notas alcanzando una estrella que podía verse desde París hasta Nueva York, y de ahí al mundo. Un camino cuyas ondas sonoras volaron hasta el siglo XXI.

Cuando pienso en Thelonius Monk y Nica, no pienso en sinsentidos de farándula acerca de si tuvieron un romance o no. No pienso en el dinero que ella obviamente aportó a la causa del Jazz a nivel mundial. Ni siquiera pienso en esta verdadera mujer empoderada que no es conocida ni por los aficionados al Jazz ni por las supuestas feministas modernas…

Pienso en que si la vida no fuera una improvisación, y esta no hubiera hecho un cambio justo entre París y Estocolmo, no sólo no conoceríamos a Thelonius Monk, Charlie Parker, John Coltrane, Miles Davis, Max Roach, Charles Mingus, Curtis Fuller y todos ellos…

Pienso en que sin esa improvisación propia del Jazz, los blancos seguiríamos bailando Waltz.
Si no entiendes el Jazz, tal vez no llevas dentro lo que llevaba Nica: ese poder que se consigue con las notas más altas de la belleza y ligereza del SER por el SER.

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sobre el autor

Xavier Bankimaro

Periodista, escritor y filósofo, y poeta.

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