Desequilibrio
Quise hincarme,
reclinar la cabeza,
quedar justo en el doblez de tus piernas.
Anhelé
lamer tu planta,
la distancia entre tus dedos.
Saborear,
por un segundo,
el gusto ácido de tus raíces.
Me desbordé
—con el recuerdo—
del rubio espeso que destilas.
Aquí estoy,
con las rodillas como rama seca.
Tu yerma pelvis se aleja,
petrificas.
Ya no tengo punto de equilibrio.
Me quiebro.