Anónimo
Fingí que te conocía.
Que con solo percibir tu aliento,
tomaría la leche que bebiste,
y masticaría la fruta que bañaste en miel.
Que si pronunciabas mi nombre,
escucharía,
por fin,
la melodía que nunca pude hallarle
a un nombre con ye.
Quise presentarme,
pero te escurriste
entre los dedos,
las páginas,
y una gota de mar,
estancada
en mi escritorio.