Un texto escatológico
Nunca faltara un tiesto
para una buena mierda
Anónimo
Ernest Hemingway, aquel escritor envalentonado, autor de Los asesinos, solía decir la siguiente frase: “Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda”. Pero sucede que nunca estamos a salvo de la mierda de los demás, la mierda es eso de lo que te abstraes, de lo que huyes atemorizado de miedo, de lo que simulas no ser cuando te miras al espejo por las mañanas, cuando tomas esa pequeña y dócil pastillita azul para no convertirte en un Doctor Jekyll, para trocarte, quizás, en el puto Neo de la realidad cotidiana o en el de la perpetua Matrix, —la decisión es tuya—, para no avistar tanta mierda en el televisor, olfatearla a través de la radio, fundamentarte en ella, cuando ves una película en el cine, o caminar por esos baños para cagar contemporáneos, y a los que llaman “cafés”, ya sean Italian Cofee, Starbucks o Scooter´s.
La mierda está ahí, y no es inherente a nosotros. NO, somos parte de ella y volamos siempre hacia la misma miasma, hacia el mismo mojón, como las moscas. SÍ, en una eterna lucha por ver quién llega primero a la más apestosa torre de mierda. Cada quien va imputando sus proporcionadas heces por las calles, disfrazadas de Chanel o Louis Vuitton, de charanda o de pócimas baratas, más baratas aún que nuestra propia mierda: lo dice Gabo: “El día en que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo”. Vamos transportándola, justo a nuestro lado, en el metro, las avenidas, los andadores, en el auto, la bicicleta o a pie; un mojón vanidoso, petulante, barroco: “Alabanza propia, mierda segura”. Marchamos, tú y yo, con un imaginario cubo de mierda en la mano, y tenemos temor de que alguien deposite un poco de su cubo de mierda en el nuestro, porque la de nosotros podría desbordarse, y no deseamos demasiada mierda en nuestras cochinas vidas, no más que la nuestra, no, señor; no anhelamos sobrepasar nuestra apestosa desgracia, a causa de la pestilencia de los demás.
En el 2011, en la temporada número cuatro del programa The Apprentice del boca de culo Donald Trump, en el que participaban de dieciséis a dieciocho empresarios que competían por doscientos cincuenta mil dólares, y un contrato para dirigir una empresa, a Gary Busey, uno de los participantes y coprotagonista de la guarra película Arma Mortal (1984), le estaban ocurriendo una serie de fricciones con unas de las participantes, y mientras estaban en el lobby de un hotel, él, el fucking highway patrolman de Miedo y asco en Las Vegas, le invitó una copa, y mientras estaban ahí, sentados, contemplando la nada, bebiendo vino tinto y tragando queso añejo, ese hombre que fue nominado para al Oscar por su papel en Buddy Holly, le dice a la mujer algo así como: —Sabes, quisiera contarte algo… en la vida, todos nacemos con un peso. Ella le contesta: —¿Te refieres a un peso emocional?, porque… no entiendo muy bien lo que quieres decir. Busey sigue: —Sí, todos nacimos con una cubeta, traemos una cubeta a cuestas. —Es que… no entiendo, ¿cómo una cubeta? —Bueno, no entiendes porque no me has dejado terminar, si me dejaras finalizar, te podría decir. Pero mira… todos nacemos con una cubeta, lo que hay dentro de ese recipiente, es MIERDA, todos germinamos con una bandeja llena de mierda; en unos, la bandeja es un poco más pequeña, en otros, el recipiente es un poco más grande. Por ejemplo, en el caso tuyo, la fuente es mucho más grande, mi cubeta, en cambio, es más pequeña. El problema está en que nosotros vamos por la vida con nuestra cubeta de mierda, y entonces tenemos que lidiar cotidianamente con lo que traemos a cuestas, no la mierda en sí, sino la pestilencia de la misma; ahora, todo se agrava cuando otros individuos, que traen su propia cubeta de mierda, de tamaños heterogéneos, arrojan de su cubeta a otros. Mi pregunta es, ¿por qué tirar de nuestra cubeta?, ¿por qué arrojar mierda a los demás si todos traemos ya nuestra propia ración? Ante esto, la mujer se quedó sin palabras, no sabía qué decir y se fue simplemente para atrás, como en una ingeniosa tira cómica de Condorito.
Busey, quería terminar —con este paradigma escatológico— con el orgullo de la humanidad. “Mucho más que los intereses es el orgullo quien nos divide”, decía Auguste Comte. Obviamente, que Gary Busey, es quizás, el mayor loco que nos haya dado la meca del cine, recordemos que Gary fue detenido por agredir a su esposa en el 2011, por una discusión doméstica, el actor la empuñó, la sacudió por los hombros y la lanzó contra el suelo. Sin embargo, el juicio no es tan descabellado, no podemos con la mierda del otro, como tampoco tú puedes con la mía, con mi pestilencia, mis deshechos, mi orgullo, mi engreimiento, mi modestia, mi vanidad. Yo no puedo con lo que sale de mi culo, de mi boca, de mis manos, de mis textos, mi pedantería, mi presunción, mi vanagloria. Nuestras cubetas son demasiado pesadas, pero son nuestras cubetas a final de cuentas, y son el en fondo muy hermosas, por más pesadas que sean, por más que apesten, es nuestra afectación; y como señala el puñal de Fran Perea en una de sus canciones: “Es cuestión de saber mirar / detrás de cada cubo de mierda hay un rosal”.
Ilustración: Correoppola