Que no haya nadie cerca de mí, que no me vean, no me toquen. Soy de fuego y me incomoda habitar mis músculos. Todo me da comezón. Tengo comezón en los oídos desde siempre y siento y pienso que cada que me rasco las cosquillas que me dan es porque en verdad estoy empujándome hacia dentro, hacia una bestia; cucaracho que no puedo matar. Anida en mí y con sus patas me abraza el cerebro. Y río porque las cosquillas ya vienen por ambos oídos. Es como una batería que no deja de tocar un niño por primera vez. Primitivo el punk por lo que este animal hace dentro de mi cabeza. Rechinar de pelos. Mejor no abrir la puerta porque todo el arsenal es contra ustedes. Perdóname Señor por pedir perdón por algo que me apetece. Faltan cinco minutos para que comience el horror. La fiesta de mis dientes. La fiesta.
Me gustaría habitar el ancho del subsuelo donde un día me permita sacudir el lomo. Quiero ser una mancha negra que invada el cielo y dejarme caer a morir. Soy muchas cosas que se miran en el espejo estrellado. Sonrío chueco, es la delicia de chuparme el ardor del labio roto. El clima es bueno. La lluvia le gusta a muy pocos caminantes y si no es por ella los ríos de las calles no desbordarían ni todos en verdad estarían dentro de sus casas, como cada noche. La lluvia es una trampa. Los que andamos a pie con los tenis mojados reímos mientras supervisamos a contra luz las gotas cayendo a ras de los faroles.
El monstruo es uno y se llama Dios ¿No lo han visto? ¿Alguna vez nunca le han tenido miedo? El que está en la cruz es su hijo y alguien más le hizo eso, nosotros, los paridos por la monstruosidad para repetir el error hasta el infinito. Tropiezos de la vida alocada en la calle de las piedras. Tomar una por una y lanzarlas a matar. Soy el que espera los minutos restantes al cinco. Soy el que se despide del espejo para buscar en los cajones la vieja navaja, el martillo, la espuma, el sable, las espuelas y las esposas, voy también a tomar los cigarrillos de la tranquilidad, voy a tomar el paraguas, la pistola y un poco de dinero porque siempre hay que llevarlo. Tengo que tomar el aire suficiente y el suficiente valor para hacer lo que siempre he ideado. Lo que tal vez nunca termine por hacer con alguien más sino con migo primero. Alentarme a que el mundo me pierda o perderme en el mundo. Cómo hacer que el mundo pierda. Exterminando a su gente, a sus animales ¿Dónde está el gran cerebro del desierto? peyote que hay que apuñalar para que la secuencia de este tiempo termine. Para en verdad despertar el mal de la tierra y nos adentremos en la pesadilla profunda. Alimañas rencorosas ¿Dónde está el corazón del mundo que hay que extirpar para ofrecérselo a los dioses? ¿Dónde el foco de este gran sótano llamado humanidad? ¿Dónde las madres de todos los huérfanos, y los recursos del sistema?
No te adentres en la vida demasiado porque nada tiene sentido. Si no te entregas a Dios, haz libre albedrío. Profunda carne de la tierra, ubres secas para que mamen mis dientes filosos. Perros que aúllan toda la noche, gusanos esperando el festín de la carne, pájaros egoístas me demuestran el impecable vuelo alrededor de un edificio en llamas. Kamikazes de alas chamuscadas van cayendo de pico a la tierra, se clavan en ella como vieja premonición de mala película gringa. Animal, monstruo de carne y hueso, humano monstruo que sabe dar vida con la violencia de su sexo. Creamos continuo el ciclo de la muerte y por ello cada año le hacemos un cumpleaños de infarto y comilona, de colores y perros en la mesa.
La muerte es bienvenida porque la muerte es el alma de la vida. Esta representa mi cacería de bandidos, mi única manera de darle fin al fin. Porque nosotros somos todo y más allá no hay nada. Porque la única manera de volver al origen es eliminando el germen. Somos la bacteria y no hay más solución que dejar escapar a todas las fieras que habitan las rejas de mi esqueleto. Romperán costillares, el cráneo me volará en cachitos para que puedan caber los cuerpos malformados de toda mi depredación. Si funciona, sí funciona. Después ya que no haya nada, que la era no materica venga, que dicen, es lo mejor que podría pasarnos. Sin sufrimiento, sin saber lo que es saber.
Ilustración de cubierta: Hombre-bestia, bolígrafo Por: Marbert
(Saltillo, 1990) Vagabundo en bicicleta sobre el cielo, desertó la carrera de Letras Españolas, desde entonces narra, a veces poeta. Le gusta el punk y otros vicios. Ha publicado para diferentes medios impresos y digitales. Administrador de siniestros en la revista online Juguete Rabioso. Antologado en Cuentos para una tortuga y una bolsa para el mareo (Ediciones con Tinta Ebria, 2015), Mínima, antología de microficción (Editorial Pape, 2018), en el mismo año por mención honorifica en el Gran premio Nacional de Periodismo Gonzo, y en Pinos Aalados. Una selección. (Pinos Alados, 2020). Hace collage, coedita, diseña y distribuye fanzines. Autor de la plaquette de poesía; Un Rechinar de dientes (Coyonoxtle, 2017), y de los libros; Cutre maquillaje crónica de un falso vacacionista (Sophia, 2018), El inexistencialista (La Terquedad Ediciones, 2018), Madre orgasmo (Cisnegro, 2019) y No se lo cuentes a nadie (crónicas desde el moridero) (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2019). En la actualidad trabaja en un fanzine; Kafka tríptico involuntario de insectoterapia, y en una novela de terror cósmico. Gana dinero como librero en la calle de su ciudad.